En un día común, de esos que no se recuerdan, un hombre resolvió cambiar su estilo de vida. Como primera medida preparó una taza de té, con plena conciencia de que aborrecía tal infusión, pues la asociaba con gente enferma, que no se les permitía otra bebida.
No recogió el diario del día, optó por ignorar las últimas noticias.
Luchó para no encender la computadora y por lo tanto rehusó abrir el correo con las decenas de E-mail, que recibía diariamente.
Con la taza de té en una mano, de la cual ya había conseguido consumir la mitad del susodicho líquido, llegó hasta el celular que ruidosamente exigía su atención. El número de la oficina, donde trabajaba, lo volvió a la realidad cotidiana, con excesiva apatía, balbuceó...
-Sí, escucho...
-¿Sabes qué hora es?, -preguntó Mario, su colega.
-Por supuesto, el reloj me lo indica sin pedírselo, ¿Alguna otra pregunta?
-Por lo visto, anoche fue algo excepcional...tomaste más de la cuenta, ehhhh...
-Avísale al jefe, que me tomo las vacaciones que me corresponden, desde hoy. Las necesito en forma imperiosa. Cuando vuelva se lo comunicaré. Te dejo, debo terminar con los preparativos. Hasta la vuelta.
Cerró la llamada, sin esperar confirmación o respuesta alguna, pues carecía de importancia tal insignificante detalle, y sin siquiera dudarlo, como si estaría siguiendo un plan trazado, apagó el teléfono maldito.
Se puso lo primero que encontró a mano del ropero, agarró su bolso de mano, salió a la calle y buscó un taxi, pues ya había decidido olvidarse, por el momento, de su auto estacionado en el garaje.
^^^^Hoy o nunca^^^, se dijo para sus adentros.
-Lléveme a esta dirección, por favor- solicitó al chofer, entregándole una tarjeta de su agente de viajes.
Durante el viaje, sus pensamientos revoloteaban sin descanso, las ideas llegaban y al instante otras las remplazaban.
-Llegamos- anunció el chofer.
Abonó lo que correspondía y a pasos acelerados se dirigió a la oficina de viajes.
Todo había comenzado la noche anterior, bahh, varias noches anteriores, el sueño había sido recurrente, sin embargo, recién al despertar esa mañana tomó la decisión de un cambio radical en su vida. Lo primero, dejar el trabajo aunque fuera por un mes, sin embargo, interiormente sabía que nunca volvería.
Tenía 54 años y mucho que perder, pero también mucho que ganar si no se limitaba a pensar en lo material.
Cuando joven había sido un soñador, un tipo idealista que se fue convirtiendo en un tipo fríamente realista a medida que fue posponiendo ideales por ascender en la escala social. Había comenzado su carrera como arquitecto pensando en construir viviendas económicas, modernas y accesibles para esa gran mayoría de personas a la que le costaba tanto tener vivienda propia y terminó siendo el arquitecto “estrella” de un estudio de arquitectos de ricos y famosos.
Viajar por el mundo, por esos países castigados por la pobreza, formar parte de algún cuerpo de ayuda humanitaria y construir viviendas aunque fueran de barro, pero cómodas y confortables. Ayudar a los más necesitados de cada rincón que visitara, eso lo alentaba a seguir estudiando y recibirse con notas brillantes. Pero…. solo viajó por las ciudades más deslumbrantes, lejos de la miseria y cerca de la opulencia.
Soñó con tener una familia y solo obtuvo una mala experiencia matrimonial y un divorcio. No culpaba de todo a Elsa, su ex mujer, él había sido un marido desamorado, atrapado en la rueda de hacer cada vez más dinero y un ausente total del hogar y sus necesidades. Elsa se cansó, consiguió alguien que la quisiera y lo abandonó. No sin antes reprocharle los años de soledad y llevándose a cambio una buena tajada de su fortuna que le garantizaba una muy buena vida futura. Él siguió abocado a su carrera, no le dio cabida al amor en su vida, sólo aventuras pasajeras y, cuando se dio cuenta, era un hombre maduro y solo.
Ahora, de pronto, un sueño lo había ubicado en la realidad que pretendía ignorar y estaba haciendo lo que había debido hacer hacía mucho tiempo.
Mientras cruzaba la calle hacia la agencia de viajes pensó que aún podría hacer algo con su vida y sacudiendo la cabeza alejó la pesadilla, porque en definitiva era una pesadilla verse muerto y sin haber cumplido ninguna de sus aspiraciones juveniles.
Al entrar en la agencia, fue directamente hacia el escritorio de Felicia, su acostumbrada planeadora de viajes. En su lugar, una bellísima y encantadora carita recibió su llegada, anexando una delicada sonrisa, expresó a media voz,
-Buenos días, Sr. tome asiento, ¿En qué podría ayudarlo?
-Muy buenos días Srta...
-Pati, perdón, Patricia, Sr....
-Francisco Reyes, me pude llamarme Fredy, como mis amigos; una preguntita ¿Dónde se encuentra Felicia?
-Ahhh, ella fue ascendida, hace un mes que la trasladaron a la casa central, pero con mucho gusto podré satisfacer sus necesidades, Ud, dirá...
-Espero que así sea; seré breve, necesito disfrutar de un lugar tranquilo, lejos del bullicio, en lo posible cerca del mar, un lugar en el que pueda disfrutar del aire y la naturaleza, ¿Me interpreta?
- Ante todo, una pregunta esencial, ¿Pensó en un hotel de lujo, o algo modesto? No deseo ser inoportuna pero es imprescindible para saber ubicarme en la búsqueda, Ud. entenderá, ¿Verdad?
-No, no...nada de lujo, estoy cansado de toda clase de excentricidades, no, algo cómodo, sencillo, y repito, alejado de zonas turísticas, boliches y lo comúnmente llamado ruido, en el léxico de los jóvenes como Ud. Pati; espero que no sean demasiadas exigencias.
-No, en absoluto. Lo que si debe aclararme unos pequeños detalles, si es tan amable...necesito saber cuánto tiempo tiene pensado dedicarle a estas vacaciones, cuando desea comenzarlas más o menos, y algo no menos importante, debe ser un lugar cerca, lejos o quizás más lejos...
Esta última frase, le resultó un poco atrevida, no obstante le ocasionó una leve carcajada, y sin titubearlo siquiera dijo,
-No tengo problema en cuanto a duración del paseo, preparar las maletas no es algo que requiera mucho tiempo, y con respecto a....más lejos, lo preferiría- y mirándola directamente a los ojos, agregó - Siempre y cuando Ud. me acompañe...
La joven sonrió halagada. Ese hombre maduro y atractivo le había agradado apenas traspuso la puerta. No era un hombre común y corriente, tenía como una halo de seguridad y buen ánimo que si bien era común en los clientes que organizaban un viaje, en él se acentuaba más, era diferente, era…. no sabía explicarse a sí misma que era lo que lo hacía diferente. Quizás su mirada, sí, su mirada era fuerte y decidida, pero tenía algo de tristeza también, en fin era un cliente y debía atenderlo de la mejor manera.
-Lo acompañaría, seguramente – contestó Patricia, sonriendo – pero no creo que a la persona que está tras suyo le parezca bien que abandone mi trabajo y no la atienda.
Francisco giró su cabeza y vio tras él a una mujer atractiva que lo miraba con impaciencia, pero con una sonrisa burlona en los labios. Se sintió avergonzado, ¿qué pensaría esa mujer de él? seguramente que era un viejo “verde” y en verdad se estaba comportando como tal.
De inmediato, continuó hablando con Patricia y le explicó concretamente lo que quería.
-En realidad - como te decía - quiero un lugar tranquilo, con mar, que no esté invadido por turistas. Estuve pensando en volver a mis raíces como primera etapa de mi viaje. Mis abuelos eran de Menorca y no hubo día que no añoraran su tierra a la que nunca pudieron regresar. Mi abuelo siempre me pedía que alguna vez volviera por ellos y quiero hacerlo, antes que sea demasiado tarde.
-Señor, no hay lugar en el mundo que sea más bello y acogedor que ese pequeño pedazo de paraíso – pero la que dijo esa frase no fue Patricia, fue la mujer que estaba a sus espaldas.
Era una voz fresca y agradable como su dueña, Francisco sintió que estaba en el lugar justo y se estaba dirigiendo al lugar adecuado.
Se levantó, dio media vuelta y acercándose a la mujer, extendió su diestra y dijo...
-Fredy, mucho gusto en conocerla, viajera del mundo...
-Mi nombre es Isabel, el gusto es mío- palabras que acompañaron a su mano estrechando con suavidad la ofrecida. El apretón de manos, duró un segundo más de lo acostumbrado, y ello indicó una sutil indirecta, así lo percibió.
-Hay aquí al lado de la Agencia, un bonito café, ¿qué le parece la idea de aceptar mi invitación, mientras saboreamos uno calentito, conversamos y quizás concretamos la posibilidad de organizar algún viaje en conjunto?
La inesperada y no menos atrevida invitación, logró un momento de duda en Isabel, lo cual se reflejó en su rostro; detalle que no pasó desapercibido por el gentil caballero, quien agregó al instante...
-A decir de la sonrisa dibujada en su cara, entiendo que acepta mi invitación... ¿o me equivoco?
-Acepto – dijo Isabel – por ahora, a tomar el café, pero tendrá que esperar a que esta jovencita me atienda unos minutos.
-Por supuesto – contestó Francisco,
Mientras pensaba en cómo saldría airoso de semejante invitación, no pensó, ni pensaba, compartir su viaje con nadie, era algo íntimo, el cumplimiento de un anhelo personal; pero su carácter tan extrovertido le había jugado una mala pasada y ahora debería escapar de alguna manera sin molestar a la linda dama. Con disimulo aprovechó para mirarla otra vez, realmente confirmó su primer impresión, era una mujer hermosa, impactante.
Las mujeres hablaban en voz baja y al encontrarse ensimismado en sus propios pensamientos, no prestó atención a la conversación que sostenían.
Por momento y ante la interrupción de Isabel, él había dejado inconclusa la conversación con Patricia para definir su viaje, así que al ver que las mujeres se despedían afectuosamente con un beso, seguramente eran conocidas, se dirigió a Patricia pidiéndole lo disculpara por un rato y que volvería para concluir sus trámites.
La joven amable le contestó que no se preocupara, que tomara su café tranquilo y luego volviera, mientras tanto ella buscaría más información sobre Menorca, los vuelos y hoteles que le convendrían.
-En cuanto a los mejores lugares de la isla para visitar… - entonces sonrió con picardía y lo que dijo a continuación lo dejó perplejo – creo que toda la información puede dársela mi madre, Isabel, que aunque vivió aquí algunos años, ya hace mucho tiempo que se radicó nuevamente en su tierra natal, Menorca.
A los pocos minutos, Isabel y Francisco, estaban sentados saboreando unos riquísimos expresos, y charlando como dos viejos amigos.
-No alcancé a comprender- ¿estuviste paseando por Menorca?
Isabel, como pensando lo que responder, lo miro fijo y respondió...
-Te diré la verdad, soy nacida allí y ahora ya hace algunos años me radiqué nuevamente en la que fuera la casa de mis padres, es por eso que aconsejé que vayas a conocerla; es un lugar de ensueño, no te arrepentirás, lo aseguro.
-Ohooo, esa no me la esperaba, que suerte encontrarme contigo, me has hecho el día, y como no creo en las casualidades, todo tiene un motivo, ¿no te parece?
-Yo tampoco creo en las casualidades – contestó Isabel – es más, como buena nativa de una isla plena de encanto y misterio, creo en el destino, ese sorpresivo manipulador de nuestras vidas que siempre nos presenta un reto nuevo.
Francisco, la observó mientras hablaba, esa mujer era increíble, mantenía una conversación casual con un desconocido como él y sin embargo lo hacía sentir como si la conociera de toda la vida.
Ella comentaba sobre los encantos de la isla y sus tradiciones… la mente de él se remontaba al inicio de su día, cuando decidió dar un corte a su vida y brindarle al fin, un espacio a sus sueños. El impulso de viajar para cumplirlos, iniciando su recorrido en la tierra de sus ancestros, era algo que aunque impensado parecía ser parte de un plan divino para él. Se sentía entre aturdido y encantado, como si una mágica conjunción astral lo hubiese envuelto en sus giros.
-De pronto te has quedado callado y pensativo – dijo Isabel – como si algo te preocupara, perdón por mi cháchara, pero es que cuando hablo de mi tierra me transformo. No veo la hora de regresar.
-Noooo, por favor, sólo me distraje un momento pensando en lo alocado de este día mío, pero estoy encantado de haberte conocido; creo que seguramente tendremos muchas más cosas en común que una isla que, de alguna manera, pertenece a la historia de cada uno de nosotros.
-Historia, no; para mí es también presente – respondió Isabel.
-Isabel, no sé si Menorca será el final de mi itinerario, pero estoy seguro que allí encontraré parte de lo que hace tiempo estoy buscando y por alguna razón recién hoy tuve el impulso de iniciar mi búsqueda ¿Volvemos a la Agencia? tengo apuro por organizar mi viaje y partir hoy si fuera posible.
-Volvamos, mi vuelo sale en cinco horas y quiero pasar un rato más con mi hija. Ahora emprendo un viaje a Australia por razones familiares, tengo un hermano allí con su familia y hace ya mucho tiempo que no nos vemos. Luego volveré a mi casa en Menorca dónde vivo relajada y feliz, alejada de todo lo revuelto de este mundo.
El hecho de separarse de ella, así de pronto, lo golpeó sorpresivamente, decidió por lo tanto jugarse...
-Un minuto, Isabel, debo proponerte algo...
-Soy toda oídos, ¿de qué se trata?
-Prométeme que a tu regreso, te comunicarás conmigo en Menorca, allí te estaré esperando - tomó una de sus tarjetas de presentación y en el reverso escribió su correo electrónico, se la entregó y agregó, -Ya estoy ansioso de tu vuelta...
Mientras caminaba tras ella hacia la agencia, Francisco se sintió rejuvenecido y feliz, el intenso y agobiante malestar que sentía producto de sueños angustiosos de muerte y soledad, tan recurrentes durante las últimas noches, ya había desaparecido de su mente y agradeció el haber tenido el impulso de alejarse de todo y de todos; el futuro podría encerrar todo lo que él anhelaba y producir un cambio radical en su vida; seguramente así sería.
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Autores
María Magdalena Gabetta (Argentina)
Beto Brom (Israel)
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*Registrado/SafecreativeN°1607018280708
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