Doña Cleo, sufrida y abnegada esposa mexicana, se quejaba amargamente de todo. Su esposo don Sebas, cansado de sus lamentos ya no le hacía caso y como buen macho iba a curarse de sus males a la aristocrática cantina “La suerte loca”.
La señora siempre estaba ocupada: arreglo de la casa, la comida, el chisme con las vecinas, etc. Y se desesperaba con su marido, ya que éste vivía en un mundo aparte siempre leyendo acostado o bien cómodamente sentado en un reposet y procuraba hablar con su mujer lo menos posible (pues ella se volvía puras quejas).
La vida transcurría tranquila, uno de los pocos placeres de doña Cleo era todo lo esotérico, leía con fruición en las revistas el pronóstico de su signo piscis y daba por hecho que su marido era la excepción.
Leyó en el periódico el anuncio de una adivinadora: Madama Esmeralda, que leía las cartas, hacía limpias, tarot y otras cosas. De inmediato acudió a su consulta. Y se llevó una agradable sorpresa cuando entró en el lugar. Signos cabalísticos por todas partes y un ambiente misterioso alumbrado con cirios. Le pidió a madama que leyera su futuro en las cartas.
La nigromante sacó una baraja española antigua en buen estado. Echó las cartas, se las quedó mirando y preocupada dijo:
—Señora, veo una noticia desagradable.
—¿Cuál es?
—Que mañana su marido morirá.
—Eso ya lo sé —dijo con alivio doña Cleo—. Lo que me interesa saber: ¿es, si la policía me considera sospechosa?