El apuro

Miguelito era muy distraído y, para compensar, trataba de ser muy organizado y cumplidor en todas sus obligaciones, tanto sociales como religiosas, ya que era un asiduo practicante.

Podía ocurrirle, entre otras cosas, darle un apretón de manos a una persona que estaba en el supermercado y después caer en la cuenta que ni la conocía.

Una noche había ido al cine cuando de repente recordó que debía ir a buscar a su madre a la estación. Entonces pidió permiso a los espectadores de su fila y atropelladamente llegó hasta el pasillo, hizo la genuflexión y se retiró muy apurado.