La suerte estaba de su lado esa noche. En menos de 10 manos ya había ganado una considerable cantidad de dinero. El y otro sujeto eran los líderes de la mesa y la brecha entre ellos y el resto de jugadores era casi abismal.
El crupier repartió las cartas. Sonrió. Le había tocado 8 y 9. No era tan buena mano, pero no por eso se retiraría. Inmediatamente realizó una apuesta un poco elevada. Sabía que los demás no arriesgarían las pocas fichas que les quedaban y se retirarían. Y en efecto así fue. Uno por uno lanzaron sus cartas en señal de retiro, salvo el otro sujeto que igualó su apuesta.
Se repartió el Flop (3,10 y 5). No dudó en apostar. Para su sorpresa su adversario subió la apuesta, por lo que tuvo que igualarla. Siguió el Turn (Sota). Esta vez fue su contrincante quien apostó primero. Era una considerable apuesta pero no se dejó intimidar. Dobló la apuesta enseguida y su contrincante la igualó.
Finalmente cayó el River (Reina). Sus ojos se iluminaron. Tenía una Flor Corrida, la mano estaba ganada. Pasó pero su adversario apostó. Le respondió con una apuesta más alta, confiado en que se retiraría.
Pero lejos de retirarse apostó todo. Empezó a dudar. Una Flor Imperial sería lo único que lo superaría. ¿Acaso la tenía? ¿O solo trataba de confundirlo? Tenía que pensar rápido.
Tiró sus cartas y su adversario recogió el pozo.
-¿Qué tenías?
Su adversario sonrió y reveló sus cartas: 2 y 7 de distinto color.

FIN