Se podría decir que Don Eusebio ha llevado una buena vida; a muy temprana edad contrajo matrimonio con Doña Amelia (con quién tuvo un largo noviazgo de cuatro años), y ambos formaron una hermosa familia compuesta por siete hijos.
A sus ochenta años, Don Eusebio se mantiene cómodamente sentado en la sala principal de su casa; junto a una cómplice sonrisa recuerda que fuese él, quién construyera gran parte del inmobiliario de la pequeña vivienda. Pero hay un halo de tristeza en su cansada mirada; extenuado observa detenidamente las velas del pastel de cumpleaños.
Las pequeñas piras lumínicas, crean oscuras siluetas que danzan al compás del embarazoso silencio que inunda el habitáculo. Desde aquella molesta pesadumbre que lentamente carcome su espíritu, los puede escuchar discutiendo en la cocina.
_ ¡Te repetí mil veces, que dijeses a tu madre que no la invitara!
_ ¿Pero que quieres que haga? ¡Es su casa y mi madre puede invitar a quien quiera!
_ ¡Pero es una falta de respeto; ahora yo soy tu mujer!
_ ¡Pero ella es la mamá de sus nietas; por eso la invitó!
_ ¡Me importa un carajo; no quiero que venga nunca más a casa de tu madre!
_ ¿Estás loca? ¡No puedo decirle eso!
_ ¡Te vas a la mierda entonces! Todos tus amigos e incluida tu familia confabulan y se ríen de mi. Y estoy segura, que uno de tus amigos esta haciendo magia negra para dañarme.
_ Estás cada vez más demente. Además este largo viaje que hicimos, tenía la finalidad de celebrar el onomástico de mi padre. Se suponía que lo pasaríamos juntos, pero nos está separando.
_ ¡Por culpa de tu madre, que invitó a esa prostituta de tu ex esposa!
_ Te digo que es la mamá de sus nietas; y la conocen desde hace más de tres década. ¡Y mi madre puede invitar a quién quiera a su casa!
_ ¡Ándate a la mierda! Es una falta de respeto; !Ahora yo soy tu mujer!
_ ¡Y dale con lo mismo!
Don Eusebio con la mirada triste y derrotada suspira cansado; al mismo tiempo saca desde su cabeza aquel gorro de cartón que tiene una divertida forma de corona.
Dibujando una mueca parecida a una sonrisa en su rostro, sopla apagando las velas del pastel de cumpleaños.
Don Eusebio queda sumergido en la protección de la oscuridad que lo aleja del pleito que aun continúa en la cocina que él mismo construyese con sus propias manos hace ya más de cinco décadas atrás.