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Ya no quiero arrodillarme frente a la Cruz de mis causas perdidas.
Ni pedir perdón por jugar al trapecista,
saltar sin red,
suponer que iban a estar del otro lado para sostenerme.
Empiezo a sospechar que la expiación no existe.
Tantos huesos fracturados
y aún sin encontrarla.
La noche sonríe su falsa piedad.
No hay con qué enjugar el polvo de las culpas,
se acabaron las lágrimas.
Ya no hay mas.
Texto agregado el 08-03-2019, y leído por 183
visitantes. (4 votos)
Lectores Opinan
09-03-2019
Darse cuenta es un primer paso para intuír la luz detrás de tanta niebla. Me gustó tu poema. Saludos, Carlos. carlitoscap
08-03-2019
Me gustó, aunque me dejó un gusto amargo. Cuando te acostumbras a los golpes cada vez llorás menos. Magda gmmagdalena
08-03-2019
Gracias a Dios... Je. Cinco aullidos contentos yar-
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