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En agosto preparé el terreno. Removí y composté la tierra. Dejé todo listo para empezar con el cultivo de primavera. En septiembre, después de que cayeran las últimas heladas del invierno, planté zapallo, tomate, albahaca, berenjena, perejil, cilantro, rúcula, maíz, poroto, acelga, espinaca y lechuga.

Todas las semillas las sembré el mismo día. Cientos de cada especie. Las tire bien alto y el viento y el azar hicieron el resto.

Así comenzaron a crecer las plantas en mi jardín libertario. Yo me propuse no intervenir. Allí todas las plantas tendrían la misma oportunidad. Todas crecerían en la misma tierra, bajo el mismo Sol, bajo la misma lluvia. Allí no había excusas para el fracaso. Todas y cada una de las plantas tendrían que ganarse la vida por igual. Allí no habría privilegios, nadie regaría ni cuidaría más a unas que a otras.

Dependería de ellas, y solo de ellas, hacer lo que debían hacer si querían sobrevivir. Tendrían que esforzarse mucho si querían crecer, tendrían que estirarse para buscar el Sol, empujar para agrandar sus raíces, ahorrarse el agua en sus hojas durante los días de sequía y hacerse fuertes en las inundaciones. Todas tenían hojas y raíces. Y se encontraban libres en el mismo lugar, frente a los mismos recursos, frente a los mismos problemas y con la misma libertad. ¡Si una podía vivir entonces todas podrían hacerlo!

Pasaban los días y asomaban los brotes. Los primeros en salir fueron los zapallos, los porotos y el maíz. Después asomaron los tomates, las lechugas, las berenjenas, las albahacas, las acelgas y las espinacas. Por último la rúcula, el cilantro y el perejil.

Las lechugas y el cilantro vivieron muy poco. Se las devoraron los caracoles. ¿Por qué no hicieron como las demás? Que no permitieron que nadie se las comiera. Yo podría haber hecho algo, sí. Matar a los caracoles. Pero eso sería injusto para las demás, que se habían ocupado ellas mismas del asunto. En mi jardín libertario no hay lugar para las injusticias.

Después noté que los caracoles se comieron también algunas tomateras, algunas espinacas, algunas acelgas e incluso hasta algún que otro zapallo. Me parece bien. Serían todas plantas débiles, seguro en el futuro me hubieran dado frutos mediocres. Así es mejor. En mi jardín libertario no hay lugar para los débiles.

El resto sigue en carrera. La naturaleza parece funcionar. ¡Quedan los más fuertes! Como debe ser. ¡Que viva la libertad!

Todavía crecen el maíz, el zapallo y los porotos en mayor medida. Luego les siguen los tomates y las berenjenas y queda también, en menor medida, algo de albahaca, espinaca, rúcula, acelga y perejil.

El maíz va tomando altura, el zapallo va creciendo rastrero.

El zapallo es el mejor, definitivamente es mi preferido. No permite que ninguna planta perezosa le quite lugar. Fue ganando terreno. Crece más que cualquier cosa y cada día crece más que el anterior. El zapallo sí que trabaja, sí que se esfuerza. No es como las demás. En mi jardín libertario no hay lugar para los vagos.

Las acelgas y las albahacas que quedaron están flacas y con pocas hojas. Pero ellas no bajan los brazos. Debieron imitarlas las demás, esas que no quisieron ver Sol y que yacen bajo el zapallo en la penumbra. Las acelgas y las albahacas que quedaron son distintas a las otras. Trabajan todos los días porque saben que si, se puede. Y hacen todo para estirarse. Usan todos los recursos que tienen a su alcance para hacerlo. Se espigan y se espigan día tras día para hacerse lugar entre el zapallo y las malas hierbas. Saben que hoy están flacas, que son puro tallo, pero también saben que si se siguen esforzando, una vez que asomen por encima de las otras y se ganen un lugar podrán gozar del Sol y hacerse grandes, grandes como ese zapallo que hoy las tapa. ¡Se los prometo! En mi jardín libertario el que trabaja y se esfuerza no tiene más que las de ganar.
Ellas sí que trabajan, ellas sí que se esfuerzan. Ellas no son como las espinacas, como la rúcula y el perejil, que no se preocuparon ni un poco en estirarse y hoy se están muriendo a oscuras, bajo la sombra de las demás. En mi jardín libertario no hay lugar para la pereza.

Me dicen que hay que entutorar los tomates. Que ponga cañas y los ate. Yo digo que no. Porque eso sería injusto para los porotos, que crecen enredándose en el maíz sin pedirme nada a mí. Sin pedirle nada a nadie. Entonces que el tomate se busque un maíz y se enrede, no le voy a andar encima. En mi jardín libertario no hacemos asistencialismo.

Pasa el tiempo y hace días que no llueve. Yo no voy a andar regando. El zapallo no reniega, el maíz tampoco pero los tomates y las berenjenas sí. Se están secando. Es increíble lo mal que han administrado el agua. La derrocharon en lugar de ahorrársela. En mi jardín libertario no damos préstamos, no regalamos nada.

Por fin ha llegado el tiempo de la cosecha.

De los tomates y las berenjenas no quedó ni el polvo. Se murieron de sed.

Las lechugas y el cilantro devoradas por los caracoles. Ni una sola hoja les quedó.


Las acelgas y las albahacas que se espigaron, que lucharon y lucharon por un lugar al final murieron flacas. Nunca pudieron alcanzar al zapallo.

Coseche varias decenas de zapallos, eso si. El zapallo se hizo gigante, finalmente se quedó con todo. El zapallo es el mejor. Un claro ejemplo de lo que, en mi jardín libertario, con esfuerzo y con trabajo duro se puede lograr. Fue mas que esos vagos que no quisieron trabajar. Primero se tragó a la rúcula, al perejil y a las espinacas y finalmente a todas las demás. El zapallo es el mas grande del jardín. El mérito fue suyo, nadie lo ayudó. Le ganó a los caracoles, no permitió que le quitaran el Sol, se ahorro el agua en la sequía y nunca dejo de crecer. Compitió a la par de todas y a todas les ganó. No es su culpa que las otras hayan muerto, hubieran hecho lo que él.

Coseche también varios choclos. Esas plantas miden tres metros de alto no tuvieron ningún problema, no entiendo como no hicieron lo mismo las demás. Salieron muy ricos los choclos, dulces y enormes, pero que bien hubieran quedado en una sopa con espinaca y acelga. Es un lástima que no se hayan esforzado un poco mas.

Me llevé algunos porotos que se salvaron de la sombra del zapallo trepándose al maíz, como los gatos se salvan de los perros que los corren trepándose a los techos. Hubieran quedado ricos con el cilantro pero no quiso pelear contra los caracoles. O con el perejil pero no se hizo lugar.

En mi jardín libertario parece ser que al fin y al cabo tampoco hay lugar para la diversidad.

Texto agregado el 06-03-2019, y leído por 161 visitantes. (4 votos)


Lectores Opinan
06-03-2019 Me gusta; invita a reflexionar. glori
06-03-2019 Entretenida y original la historia. Al final en jardín libertario, por falta de reglas se transformó en un jardín autoritario, je! 5* henrym
06-03-2019 Intentaré hacer esto sin que lo que escriba salga dos veces, no se si pueda Se me ocurre una frase: Todas las plantas son iguales, pero; algunas plantas son mas iguales que otras! Interesante rumbo tomas cosas tan cotidianas si les cambiamos un poco la mirada Como es ariba es abajo, y como es en tu huerto, es en esta zoociedad nuestra en que vivimos No diré nada del estilo, de la prosa, del ritmo. el lenguaje o la semántica Diré que me gustó mucho y mis cinco estrellas Randal-Tor
 
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