Cuando conocí a quien hoy es mi esposo pensé que no pasaríamos de la primera cita. Verán, tras charlar un buen rato sentí mucho optimismo al ver que coincidíamos en todo, bueno, en casi todo. Había un punto importante que nos distanciaba; a diferencia de mí, él no gustaba de los libros y su lectura. Lo noté de inmediato pues título que intenté introducir en la conversación terminaba en fracaso, para él resultaba desconocido.

Por fortuna no me dejé llevar por la primera impresión y continuamos saliendo. Nos mantuvimos juntos hasta concretar nuestra relación. Al conocer a su madre lo comprendí, ella era ciega, por lo que todos los cuentos con que acunó a mi esposo, no eran sino historias que fluían de su fértil imaginación.

Día a día y con paciencia introduje a mi esposo en el lúdico mundo de las letras y la fantasía. Una vez adquirido su gusto por la lectura, lo primero que leyó a su madre fue un libro que yo le regalé; El Principito. Lo hermoso de esta historia es que ahora ella está aprendiendo a leer a través de sus dedos.



M.D