Mi madre adoraba los doramas, cada tarde veía capítulo tras capítulo hasta terminar cada uno de ellos. "Sonata de invierno" fue su favorita. Yo me impacientaba con el sufrimiento de la protagonista que nunca decía lo que pensaba. Odiaba ver el drama, pero lo veía, creo que el masoquista que todos tenemos dentro se apoderaba de mí y no había como exorcizarlo. Así que vi el dorama hasta el final. ¡Dios mio que Calvario! Sin embargo, ahí estaba hasta que cancelaron los doramas en la televisión abierta. Y mi madre cariñosamente me pidió o más bien me exigió conseguirle más material. En ese tiempo el streaming no existía y la televisión por cable era nefasta y youtube dejaba mucho que desear, así que no había otra, tuve que conseguirlos en pirata porque original ni al caso, lo malo no era eso, era tener que ir a uno de esos lugares para Otakus que más odiaba.
Al llegar detecté Otakus por todos lados, fue fácil reconocerlos con sus cosplay en pleno, jugando cartas o leyendo novelas ligeras. Otros especímenes veían caricaturas, que después me enteraría eran anime, y fue ahí cuando la vi, traía un traje ajustado con una falda que no dejaba nada a la imaginación, mientras todos la veían fascinados. Al terminar la chica con su presentación, con todo el dolor de mi pantalón, seguí con mi búsqueda. Media hora después, de tanto preguntar, hallé el lugar indicado, estaba tapizado con mercancía pirata de diferentes doramas: japoneses, koreanos y hasta chinos.
Veía cada uno de ellos y no sabía que elegir hasta que alguien se apiadó de mí.
-¿Necesitas algo?- me preguntó una voz suave de niña.
Al voltear la vi con sus ojos rasgados, era la misma chica del cosplayer ya sin su vestuario.
No supe qué, decir ni qué hacer, balbuceé algo, hasta el día de hoy no recuerdo qué.
Hoy cada martes voy de compras en busca de un dorama nuevo o anime, siempre en busca de la mejor recomendación de Kiyoko. Gracias a ella me hice fan del dorama, del anime( sobre todo el ecchi) y ella me cuenta todas las tramas con su perfecto español, con ese pequeño aire de su acento oriental que hace de ella un platillo exótico. Mismo que adorna cada vez voy con faldas breves.
Aún no le he pedido su teléfono, ya es una año que la frecuento. Platicamos de su país, del anime, del manga, del dorama, de las novelas ligeras y yo quisiera platicar con ella un poco más, mirar sus ojos de alcancía, sus piernas de cerezo, adornadas de su flacura tenue que acentúa más su belleza. Pero me he vuelto un cursi de primera, en mi dorama particular, éste en el que no me atrevo decirle lo que pienso, lo que siento, en este drama, en que si bien me va, antes de que termine el último capítulo le diré lo que siento y le daré in beso. Mientras miro sus piernas de cerezo y me voy lentamente con todo el dolor de mi pantalón.