La niña observa la muñeca sin pierna. Una mano está rota y el cabello de maraña impresionante. Le falta estar quemada para ser esa clase de objeto que se utiliza en las películas de terror, pero el plástico es suave, al tacto como el de un recién nacido. La muñeca está lista para formar parte de una colección extraña: La de los niños que viven en la basura.
'Los Miserables' en la Francia de Victor Hugo o el '' Es que somos muy pobres'' de Juan Rulfo es cosa de risa si vienes y te sientas a un lado de mi niña a jugar con sus ''muñecas''. A veces creo que nos poseyó el demonio y es por eso que no podemos salir de la pobreza. Un olor nauseabundo penetra el sitio y quizás, sin pecar en equívoco, hoy se incinera otro de esos cuerpos que vienen a dejar de madrugada.
Claro que tengo miedo, en realidad no dormí una sola noche sin que escuchara el titilar de mis huesos. Siempre creí que el viento los mecía por livianos y porosos. Además... se confunde con el ruido de campanas que parecen los dientes cuando no puedo controlar ni las manos o piernas. Me tapo de pies a cabeza y es como si el catre siguiese temblando. Como si creciera y encogiera en busca de mis hijos. Le digo: ¡Largo! Le aviento con la muñeca y alguien corre despavorido.


RH