El hombre de la pipa blanca no paraba de mirar la puerta de la taberna. Estaba anocheciendo y dudaba si su amigo vendría. Por fin, lo vió entrar, se sacudió su ropa, se dirigió hacia la mesa y comentó:
—Me han dado el agua tarde.
El hombre de la pipa asintió y llenó los vasos de vino.
—Por cierto —explicó el recién llegado.  Me han pagado una partida de vino.
—¿Cuánto te han pagado?
—A 0,20 francos por litro.
—¡Puerca miseria! ¡Pero si la botella ya vale a 0,45 francos!
—Lo sé —replicó su amigo. Pero con esta cantidad compro el pan, huevos y leche para varios meses. Y el hambre no tiene dueño ni entiende de tiempo.
El hombre de la pipa barajó las cartas y preguntó:
—¿La revancha?
—¡Por supuesto! Y puso los vasos vacíos en otra mesa continua para tener más espacio.
Tan absortos estaban que ni siquiera se fijaron que un hombre tomaba apuntes de todo lo que hacían. Enseguida se guardó su bloc de notas, porque si la hubiese visto un niño, no hubiera parado de reírse. Conos, esferas y cilindros, era todo lo que había hecho.

Ahora su obra está expuesta en el museo de Orsay, París. Hay una versión que pertenece a la familia real de Qatar. Se pagó 191 millones  de euros, convirtiéndose en la obra más cara del mundo. Título: los jugadores de cartas. Autor: Paul Cézanne.