Liberada al fin de la lujuria de otros cuerpos,
tu libertad carnal, inmaculada e independiente,
se ahorra tantas molestias y queda mitigada,
descansando en la elección de yacer desnuda,
con tu lengua, guasa y voluptuosa, saboreando
palabras ficticias e intemporales sin alguna culpa.
Ya no hay vergüenza que ahogue tus carnes,
ni otro calor que sofoque, sino tu propio calor.
A solas reconstruyes tu día de silencio peculiar,
tu presencia tan singular, tan única, tan allí, tan ahora,
esa que gozas sin que ningún diablo sonriente te moleste,
ni hurgue en tus estanques, hoy suaves y despejados.
Los colores regresan, la tormenta su rumbo ha cambiado,
ya no eres fugitiva de tu propia conciencia. Puedes decir
“ahora no” y esa bandera como se debe será respetada.
Para ti desapareció por siempre la sensación de peligro,
pero también sabes que fuera de ti hay otras. |