He nacido frente al mar,
crecí con un gusto salobre
en la saliva, y abismos morenos
en la mirada. Acostumbrado
a la caricia del frío y el viento,
me forjaron páramo y pleamar
y un arraigo de nieve y de lluvia,
terminó de fraguar mi hechura.
Era entonces, sin arrugas,
maleable arcilla en formación,
joven cuerpo donde anidó
la inquietud que me hizo humano.
Lanzada flecha de fina arista,
portador de intactos sueños.
Luego seguí a mis pies errantes,
haciendo señas con los brazos
levantados, agitando harapos,
embistiendo con los ojos cerrados
los raros pájaros de la aventura.
Pequeñas lunas apaciguaron mi cal,
endulzando el delirio de querer
vivirlo todo, sin culpa ni pecado.
Ya maduro, coronado de cano y gris,
agobiado el arco de mi espalda,
pero con enarbolada copa oscura,
disfruto del papel y del amigo
y aún navega raudo por mi sangre
el intento de construirme hombre. |