A lo largo de los años, se me hizo una especie de hobby coleccionar fotos con el mismo tema: mi persona en diversas circunstancias, al lado y en amistosa cercanía con grandes líderes.
He sido un convencido combatiente de la guerra contra la opresión imperialista, la injusticia social y lucho por una sola patria socialista, que abarcará desde tierra del fuego hasta los confines del norte canadiense. Mis parientes siempre supieron remar con la corriente, de dinero no me preocupo, mi padre dejó a sus hijos suficientes recursos como para ser políticos sin agacharse por financiamiento.
Recuerdo que todo empezó en un escenario de baseball muchos años atrás, a Hugo Chávez se le ocurrió mezclarse en la tribuna y sacarse fotos, casualmente estuve ahí, y salí en la portada de una revista.
A partir de esa imagen, me encargué de sacarme fotos con mis líderes favoritos, algunas de esas imágenes son emblemáticas y no tienen precio para mí.
Me acuerdo por ejemplo, una en la que me embarré hasta el cuello por acercarme al flamante número uno de Venezuela cuando tuvo que visitar el horror de los deslaves de Vargas, penosa circunstancia, pero bella fotografía.
Tengo una junto a Ortega y la plana mayor de la heroica generación sandinista, esa noche recuerdo haber bebido en exceso, espero me hayan disculpado por los destrozos que causamos en los locales nocturnos que visitamos.
Hay una junto a Lugo y varios niños paraguayos, me enteré que dos de ellos eran hijos de Su Santidad, no soy quién para juzgar.
Una de las favoritas suele ser la que tengo con Correa en Ecuador visitando un inmenso lago de lodo derramado, fatal para el entorno pero que se mostró como un logro energético, esa noche también bebimos mucho, los lideres de semejante talla suelen ser excelentes anfitriones.
Hay una con Néstor Kirchner en una villa miseria bonaerense, increíble: el está dando un pedazo de galleta a un bebé claramente migrante, mientras aparenta hablar con su madre y yo soy parte de la comitiva que aplaude frenética a sus espaldas, esa noche el vino hizo estragos entre nosotros, pero fue divertido, no creo que descubran alguna vez al autor del destrozo en el hotel.
La mejor foto con su mujer, ya viuda la pobre, es una en la que inaugura un centro de la Cámpora en una provincia proverbial por su miseria, estoy con una Quilmes de litro y medio a un lado de ella, listo para empezar el brindis comunitario. No recuerdo nada de esa noche.
Otra de mis favoritas es la que salgo detrás de Maradona junto con Evo en una casona de Cochabamba, ambos no cuidaron de sacudirse el polvillo nasal y sonríen como hermanos, soy el que agita una bandera originaria multicolor y una botella de singani. Esa noche también fue una locura.
No faltaron los envidiosos que criticaron mis fotos con Lula, un líder de semejante categoría, en camiseta y abrazado de un compañero de lucha proletaria, no tiene precio, aunque al día siguiente se destapase el lava jato.
Bachelet siempre fue una dama, solo pude sacarme fotos asistiendo a una exposición de pinturas sobre el Huáscar, en la guerra del Pacífico. Los compañeros del PC empero me pasearon de lo lindo por todo Santiago, bebí hasta caer dormido en un banco de espera del metro.
Mis fotos atesoran momentos de imborrable trascendencia, haber estado cerca de tan elevados espíritus de izquierda solo fortaleció mi convencimiento en un mañana rojo como el sol poniente.
Me pidieron organizar una exposición en el centro cultural “Hegel vive”, pero temo que mis tesoros se estropeen y prefiero tenerlos solo para mí.
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