Dedicatoria larga
Dedico estas palabras a todas las mujeres bellas, las que me parecieron muy bellas, siendo ellas demasiado bellas, y taparon la ronca timidez de mis ojos puestos en sus pieles de racimos de uva de vidrio. Que no preguntaron por la soledad que me duele en mis espacios pequeños, y que no se muestra ni aun bajo un fluorescente, o bajo la mirada tierna de la claridad del amanecer. Las dedico a ellas porque no las bese, porque no sentí su calidez tan cerca que me enrojecían la dermis. Les dedico a esas que tienen la parte de Dios porque son ellas, y esas partes son femeninas. Se las dedico a las mujeres bellísimas que no lo sabían, y también a las que no siendo muy bellas, tienen ojos de mujer que aprecian a un varón, porque es masculino. Pero yo puedo atestiguar que lo eran, eran bellísimas, y no tanto; pero son mujeres, porque aun hoy las recuerdo y sonrió porque eran hembras salidas de escondrijos de poemas líricos, o de los que recitan los refugiados de un exilio que era de amor, porque de la política se salvaron al ver las damas caminando una tarde no tan calurosa, una tarde no tan fresca. Las vieron como yo aquella vez que me parecieron tan bellas y tal vez no tanto. Tan mujeres que olían a perfumes de gitana y tabaco sin filtro.