El dedo de la luchadora
Unos jeans, los zapatos bajitos, la prenda azul con el distintivo Limpiezas Prontas S.R.L., el agogo que recoge el pelo. Ella brillaba así después del trabajo nocturno en el frigorífico.
El rostro cansado relumbraba. Fue un día más, tal vez no mejor que el anterior. Ahora a dormir a casa, para luego del sueño hacer el almuerzo. Los dos hijos tienen que ir a la escuela por la tarde. O tal vez el Don de la casa tiene que ir a trabajar durante la mañana después de degustar unas tortillas y cocido con leche. No sabemos si existe esa presencia afectiva y paterna en la casa, la presumimos.
Esa parada de colectivo de la calle Roa, era la Nro. 7, y la rutina hasta el hogar empezaba desde ahí.
Esperando el Sajonia-San Lorenzo, para volver al inquilinato. También estaba el problema de la vivienda propia, etc. etc. Pero de eso elucubrará nuestra heroína después de un tereré bien frío un domingo de tarde, día de la familia, día de descanso.
Ahora esta espera es impaciente, aunque la luchadora tiene paciencia. Al final aflora lo ansioso en el día a día.
Vienen tarde para volver a casa los colectivos. Pero vienen. Ahora mismo vienen tres. Dos con aire acondicionado, y uno que era pura chatarra y viejito, pero viene también. Si, vienen uno tras otro, y un lapso de 5 segundos los separa uno del otro en el momento exacto de sus llegadas.
El dedo índice de la luchadora hace la parada a uno de los tres. El primero está llegando y shuuuuppp!. Los frenos no existen para el conductor, tampoco pasajeros en la parada. Era uno con aire acondicionado, y ya va lejos y rápido para reprochar algo a la pasada desconsiderada.
El segundo bus, viejito y camorrero, parece lento pero anda fuerte. Ya el índice está arriba, y pasa de largo también raaaammm!, solo el humo del escape da un saludo a todos en la estación.
El tercero era el indicado para volver a casa, la animosa mujer se anticipa a la parada, y se adelanta quince metros al banco de espera. Coloca el índice de nuevo arriba y el brazo en diagonal hacia el cielo. Solo el cielo ayuda a una laborante a final de cuentas. Y este tercer colectivo con aire acondicionado va llegando, y pasa también sin recoger pasajeros shuuuuppp! La luchadora esconde en la palma de su mano derecha su dedo índice. Luego expone fogosa, rencorosa, crítica y enojada hacia el huido colectivo que se pierde en la avenida: su dedo medio.
Fue un día más en la estación de bus Nro. 7, y fuimos varios caballeros los que sonreímos ante esta vehemencia femenina.
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