Le chupaba la polla a los ricos para dárselo a los pobres. En aquel barrio bonaerense de las afueras es que gastábamos bastante humor. Luego vino lo de las Malvinas o Falklands- según los propietarios- y no queríamos ver de la pérfida Albión ni su música. Ya no sonaron más los Rolling en aquel patio de vecinos , que volvimos al tango; pero a Robin Hood- que robaba ricos en el bosque de Sherwood- no lo acabamos de olvidar enteramente- personalizado en no otra que nuestra vecina.
Para una pava que follé me llamaban follapavas- contestaba ella.
Aquello era muy divertido. Los gallegos tenían respuesta para todo y los italianos no hacían más que mover las manos cuando hablaban.
Y se quedó con “la robinjú” para los restos. Hoy la hemos enterrado. Para nosotros ya para siempre es María. Como pone en su lápida. Se acabaron las guasas. Hasta el que se lo puso no ha podido dejar de enjugar unas lágrimas.
No habrá más justicieros por aquel Sherwood metafórico del nuevo mundo. Lo que son las cosas: funcionamos con parecidos esquemas mentales en todo el orbe. Se ve que era muy llamativo: aquello de robar ricos. Lo corriente es lo contrario. No sé si fue por despecho, pero de la noche a la mañana la señorita María Serrano pasó a ser “la robinjú”. Lo mismo era mentira: lo de sus aficiones a la “felatio”- como hay que decir de manera culta y estricta. Si nos atuviéramos siempre a los estrictos términos no habría tantos problemas en el mundo, pero la falta de memoria y de instrucción hacen que andemos tergiversándolo todo.
Pero a qué venía todo esto. Ah, sí, se me olvidaba. Unos llevan la fama y otros cardan la lana. Pobre Robinjú. Qué vida más perra. Y es lo que yo digo. Hay que llevar arma y meter tiros a troche y moche. En el barrio no faltan. También se dice mucho por allí, “que a burro muerto, la cebada al rabo”. Y es verdad. A ver para qué quiere ella dignidad post mortem, si ha vivido achuchada por maledicencias y sospechas. Qué cobardes somos. En lugar de meterle un tiro al borracho de turno, hacemos mofa de la gente inocente. Tiene que haber dios. El vicediós es al menos compatriota. El papa Francisco, sin embargo, no hace más que rodearse de gente importante, a cuya sombra los cobardes hacen/ hacemos negocios. Qué birria de humanidad. Yo mismo, en lugar de estar escribiendo estas pavadas, debería estar limpiando una magnum para usarla. Pero, y si te equivocas- pregunto. Lo de siempre: esperar a ver si hay dios y entonces, aunque ya no haga falta, al menos el destino te lo señala.
Pero esto no es el bosque de Sherwood. Aquí no hay floresta. No tarda la policía ni medio día en dar con cualquier personaje justiciero- como uno, pretendidamente, mismo. Si quieren, claro. Si les interesa. Qué asco de vida.