Déjame contarte como fue la cosa:
Estaba decidido a hacerlo. Todo iba mal. Quería acabar con todo.
Pensé por días como podría hacerlo sin pasarla tan mal; me daba miedo usar remedios, porque a veces fallan y dejan secuelas; los balazos son demasiado violentos, y no soporto la sangre. Se me vino la idea de tirarme a los rieles en el metro, para asi detener el flujo y generar un poco de caos; me gustó la idea de arruinarle el día a todos, que no fuera solo yo el que lo pasara mal en esta vida.
Y fue ahí que me puse a pensar. ¡Que injusto que yo lo pase tan mal, mientras que tanta gente infeliz desgraciada y poca cosa esté por ahí, siendo feliz, teniéndolo todo! ¿Por qué solo yo debía sufrir? Si iba a tener un final así de cruel, tenía que arrastrar a alguien más conmigo.
Mi idea era perfecta: Invitaría a alguien a mi departamento, vamos a la terraza, me pongo a gritar, agarro un poco de su ADN con mis manos y me arrojo desde el piso 21. Ya lo había visto en una telenovela brasileña y me había parecido tan buena idea.
Pero idear el plan fue la parte fácil…lo difícil fue pensar en quién sería esa persona.
Había tanta gente que me caía mal; tanta gente despreciable, tanta gente a la que le había ido mejor que a mi en la vida, tanta gente que me había quitado cosas, que se habían quedado con lo que yo merecía.
La primera en quien pensé fue en mi ex jefa; su trato fue humillante y despectivo hasta para comunicarme mi despido. ¿Con qué excusa podría atraerla a mi departamento? Luego se me vino a la mente Alberto, ese idiota que me hacía bullying cuando estábamos en el colegio. ¡Nunca deje de odiarlo! Y también recordé a esa desgraciada de Samantha, que se casó con Esteban….¡Y Esteban! Ése que se hacía pasar por mi amigo….O a ese taradito de Gabriel, el del piso 14, que siempre me echaba el auto encima. ¡Nunca le perdoné ese combo que me dio cuando fue lo del choque…prepotente de mierda!...
Cada vez pensaba en más personas, y cada vez se me hacía más difícil decidir quién podría matarme. Llegue a pensar en grande, vengarme de algún político (tantos lo merecen) o alguno de esos famosillos molestos que salen en televisión. Pero bueno, como a esos no sería tan fácil llevarlos a mi departamento para poder inculparlos, opté por mantenerme en mi circulo cercano.
Finalmente, se me vino él a la mente. Daniel, el pedante, el caradura, el que me había quedado debiendo millones, nunca me pagó y más encima se reía de mi a mis espaldas por eso. “si somos amigos compadre” me decía, luego de soltar un par de carcajadas, “ tienes que tener paciencia huevón, ya voy a tener plata para pagarte”…y luego verlo en fotos de Facebook de vacaciones en una playa en Miami. El me cagó con mucho. Ahora me tocaba cagármelo a él.
Lo llamé por teléfono, para no dejar ningún rastro por escrito de mi invitación. “Unas copitas por los buenos tiempos “, le dije yo, sabiendo que ese idiota no es capaz de decirle que no a nada que sea gratis.
Al llegar, apenas me saludó y corrió a llenar su vaso con whisky, dando carcajadas. “viejo perro tu no cambias nada” me decía con una mueca en su sonrisa. Yo solo podía pensar en cuánto lo odiaba, y que muy luego sería encarcelado como mi asesino.
La única parte triste de mi plan era que me despediría de este mundo mirándolo a él; su rostro sería lo último que vería antes de saltar por el balcón. Pero al menos me iría con la satisfacción de que el mundo estaría con un pelmazo menos circulando por las calles.
Lo invité a pasar a la terraza
-Ahora que termine de pagar lo del viaje a Miami te empezare a pagar lo tuyo no te preocupes eh!
Alzó el vaso con whisly y dijo “Salud Perrín”. Yo , que lo observaba de pie frente a él, apoyado en la baranda, supe que era el momento de poner mi plan en práctica. Lo tomé de la camisa, le marqué mis uñas en su cuello, para tener de su ADN en mis manos, y boté de un manotazo su whisky al suelo.
- Es ahora que tu vida acaba, Daniel!
-Por favor, no me mates – había terror en sus ojos. Él pensaba que mi idea era empujarlo a él, algo mucho más básico, simple y primitivo que mi tan bien elaborado plan.
-No me mates, por favor, te pagaré – repetía llorando.
Y fue asi, en cosas de segundos, casi imperceptible, que cambié de idea. Fue todo tan rápido, y era tanto el odio que le tenía…¿Porqué tenía que morir yo? ¿Porqué no podía morir él?...
Lo presioné contra la baranda y lo dejé caer desde el piso 21. Un ruido seco, áspero, repentino, violento; y luego gritos. No quise mirar, pero podía sentir desde arriba como su sangre corria por el asfalto, manchando las veredas con sangre disuelta en mi whisky.
Baje por las escaleras con calma, hasta llegar a la calle. Doblé la esquina y sali corriendo.
Y fue así que llegué hasta aquí
-¿Me estás diciendo que mataste a un hombre, Martín?? ¿Me estás diciendo que mataste a ese tal Daniel?..
-Asi es…
-Pero….pero….pero…
-Es que verás… descubrí un nuevo sentimiento, algo que nunca había experimentado antes…es más fuerte que el amor, más intenso que el deseo, más reconfortante que el cariño …
- Pero…pero…
-...El sufrimiento de la persona odiada... Eso es! No hay nada más gratificante, más satisfactorio que ver a la persona que odias sufriendo. Asi que en vez de acabar con mi vida, decidi acabar con la vida de los otros.
-Pero….pero….pero…..Y porqué me estás contando todo esto?
-Pues verás. Aquí está mi lista….y ves ese nombre debajo de el de Daniel? Pues no habrás creído que se me había olvidado como te reías de mí en el colegio, no?....
Le sonreí. “Salud Perrín”.