Hoy, he amanecido recordando un perfume.
Un aroma con perenne juventud de primavera.
Ahora, se me arrojan sus oleajes en la carne,
respiro el aire y revivo al instante, el momento
en que su verdad se me impregnó en los sentidos.
Vino de su mano, de su lengua, su nariz, y sus pupilas.
En esos tiempos en que daba, pretender el jeroglífico
de tener que armar un amor como rompecabezas.
Ella era un furtivo interrogante entre las sombras,
un néctar que se escabullía entre mis sábanas
y jugaba anochecerse entre mis muslos y mis labios.
Su fragancia de vainilla, hierba mojada, y lavanda,
dejaba líquidas voces en mi corazón de hojas.
El frescor humilde que derramaba en mis orillas
dejó sus huellas, como una pisada en la húmeda tierra.
Nos reconocimos después en muchas otras tardes
y nos sumergimos en la luz irreligiosa de los días.
Cada uno por su lado, palpamos heridas que no curan
y hoy, lacerado de memoria, se me amaneció perfume,
sutil olor que guarda unos cuántos secretos reinos. |