El sueño de Dios

El Buen Dios salió preocupado a recorrer su creación. Iba rascando con sus venerables manos su barba larga y sabia. Es que había tenido en los últimos diez mil años muchas pesadillas, sueño pesado y molesto.
Salió a respirar por el universo para reencontrarse consigo mismo, con su eternidad, con lo bello de sí mismo que se reflejaba en lo que había creado, aquello donde estaba impregnado su amor. Y dijo en un suspiro de polvo de estrellas:
-No, no me equivoqué. Mi paternidad responsable es lo que me provoca estas penas y disgustos. Mi sueño de compartir mi Gloria era él, con sus imperfecciones. Estoy preocupado porque mis sueños mejores se convirtieron en molestas congojas.
Y el creador volvió a calmarse y dijo para sí:
-Bajaré y me haré como él. Un hombre más alado de él, para que mi amor sea compartido igual que ayer, como en el principio.