Este es otro viejo poema, desempolvado para quitarle la polilla.
Cuando te fuiste,
mi arco iris personal extravió sus colores;
la vaporosa levedad de mi alma triste
lloró tu ausencia, tu piel de pétalos de flores.
Cuando te fuiste,
un velo negro cegó mis ojos.
Entre tinieblas, confundido, no me viste
maldecir tu amor, tu nombre, tus labios rojos.
Cuando te fuiste,
anegué con lágrimas amargas,
un tonel roñoso y vacío. Te reíste,
de mi necedad de amarte mil noches largas.
Arde sobre mi espalda
un dolor que no cesa;
bajo el vuelo de tu falda,
tu sexo me niega su tibieza.
Nunca más
las nubes de tus sueños,
volarán conmigo a Nunca Jamás,
ni mis labios, de tus labios serán dueños.
Cuando te fuiste,
Quedé como el perro del cuento:
solo, desamparado, triste..
¿Escuchas cómo te nombra el viento?
Cuando te fuiste
bailé con tu recuerdo en el jardín,
en una noche solitaria; te meciste
infantil entre mis brazos. ¡Pobre tontín!
Cuando te fuiste,
creí morir en vida, de amor.
Ahora soy una sombra, un pájaro sin su alpiste,
un loco, enamorado aún de ti, que se muere de pena y dolor.
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