Desde la ventana de un bar,
las cosas irremediables
danzan cual extrañas parejas.
Por esta ciudad puedes ver
la vida que transita sin problemas,
bebiendo vino con sus amigos.
Rostros obsesivos inflan
globos de colores y sueños de barrio.
Una mujer intensa cruza la calle,
las malas palabras le abren paso,
las buenas, callan o compran flores.
Mis zapatos me recuerdan
que ya casi es la hora del regreso.
Un lejano sabor a savia y a sal
se agita como despedida.
La ventana queda sola con las mesas
y sus ceremonias de costumbre.
Palomas vagabundas picotean
las migajas que dejó mi ausencia,
y agradeciéndome, vuelan.
Texto agregado el 30-01-2019, y leído por 64
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