Amanecer de un día sonrosado de carne y de sí mismo.
Tu desnudez, desleída e inasible, se alarga a otra orilla,
la hora mojada, plagada de segundas intenciones, excita
los huecos que en el aire deja ondear un párpado húmedo.
Furtiva, una corriente de aire tenue agita mi camisa gris
en el borde confuso de la duda, titubeo en seguir vistiéndome
o satisfacer la necesidad de apagar el ardor que me ahoga
en el mar alzado del jardín que promete sanarme. Cruel duda
que desmigajará mis horas de oficinista perdido en tu recuerdo.
Texto agregado el 28-01-2019, y leído por 115
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