Hola chicos, no se olviden de votar y recomendar la historia.
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Y ahí estoy, imagíname parada sobre el borde de esa terraza dispuesta a lanzarme.
Sí, imagínalo porque no ocurrió.
Cuando aparecí sobre ese lugar, inmediatamente me bajé de ese diminuto altar y sentí un escalofriante viento a mi alrededor y nuevamente esas voces rondaron en mi cabeza.
—Ahora no soldado —grité fuertemente—. Sé que me oyes —volteé para ambos lados y en posición de ataque me animé a enfrentarlo para luego soltar aquello de manera clara y convincente—: Creo que deberás seguirme el resto de tu vida.
Seguro me vi patética y como una loca al gritarle al viento, por un momento imaginé a la deidad viéndome por su pantalla y riéndose de mí a pesar de mostrar seriedad. Quise creer que todo aquello era un sueño, producto del tequila, producto de mi estrés y de mis nervios al intentar quitarme la vida.
¿Mi mente soñadora sería capaz de maquinar todo esto? ¿En qué rayos estuve pensado al intentar matarme?
Sentí por primera vez un propósito en mi vida y que me gustaba formar parte de todo aquello, de ese espacio, de estar viva...
Me repetí este lema muchas veces para descartar las absurdas ideas que seguían pasando por mi mente, no sabía si era yo misma o el supuesto ancestro diabólico que me espiaba. Necesitaba otra dosis de locura, de imaginaciones absurdas para seguir adelante, pero dime tú ¿quién regresa de la muerte para contarlo?
Yo ni siquiera podía contarlo...
Lentamente bajé de la terraza, dejando atrás mi pasado y aquel edificio, y caminé hacia mi incierto pero a la vez esperanzador futuro, caminé hasta llegar al bar que me cambiaría la vida.
Pedí tres tequilas para calmar los nervios y tal como dijo la deidad, un señor de mediana edad cruzó el bar desde para colocar un cartel en la entrada.
Con mis palpitaciones aceleradas y las manos temblorosas miré con emoción el cartel, me levanté inmediatamente y lo quité. El puesto debía ser mío y no debía arruinarse ¿verdad?
Me dirigí a la puerta de administración que quedaba al fondo de la barra del bar y toqué hasta que esta se abrió.
—Vengo por el anuncio —exclamé muy segura de mí misma, con emoción verdadera, algo que no había sentido por mucho, mucho tiempo...
***
Cinco años después...
No podía quejarme de la situación: mi trabajo iba de maravilla, por no decir que toda mi vida iba genial.
En cinco años pude expandir mi trabajo en tres estados del país. A cada viaje, a cada aventura siempre fui con nerviosismo, pues no puedo negar que cada vez que tuve una cita de negocios, sobre todo en un despacho, mi corazón se desbordaba, pero en ninguna de ellas vi a aquel supuesto amor de mi vida.
Y así dejé escapar oportunidades, y así una vez más me escondí del amor.
Cada día sentí algo raro, hubo días en que la dicha me desbordaba pero también llegaron días en los que mi mente acumulaba aquellas típicas frases: "y si este es mi castigo" "y si soy próspera pero no feliz" "y si nunca aparece ese hombre" "y si todo aquello nunca existió" "si lo que pasó ese día fue producto de tu imaginación" "si solo debías tocar fondo para luchar por tus sueños"
Cuando aquello ocurría me veías gritando al viento sobre la terraza del mismo edificio y pobre de aquel ancestro, lo insulté tanto que hasta ya perdí la cuenta. Pero para ser sincera no noté el curso de esos primeros cinco años, viví enfrascada en el trabajo, en todos los viajes que esto me representó y los desvelos que me acarreaba hasta que.....compré una mascota, un lindo perrito dóberman: pequeño y travieso al inicio, después grande, obeso y celoso y al que llamé Rex.
Rex aguantó mi mal humor por esos años, pasearlo ayudaba a despejarme y a darme cierto grado de responsabilidad y cuando este me notaba triste, tenía por costumbre acostarse y besar mis pies.
Cierto día cuando Rose, mi vecina y quien solía cuidar de Rex en mi ausencia, me contó que le arruinó seis pares de zapatos, decidí que debía compartir más tiempo con este en mis viajes, pues era eso o quedarme en casa.
La deidad me dijo que no forzara las cosas y lo intenté, él más que nadie debe saber que lo intenté. ¿Suicidarme?, no lo haría aunque nunca apareciera ese hombre. Y siempre estuve esperando una señal o una fugaz visita de la deidad, esperé verlo tal como me lo prometió, pero ya habían pasado cinco años y fue el tiempo suficiente para aceptar que nunca más vería a ese ser celestial y extraño.
Y bueno, también te cuento que me volví más amable, que ayudé a mucha gente en los albergues, especialmente con los ancianitos y que cada cierto tiempo compartí con ellos para alivianar nuestras penas.
No, no fue por ningún motivo en especial. Ya lo admito, quise encontrarme con la deidad si se me presentaba de nuevo como un ancianito.
Estoy segura que la deidad vio todo aquello, aún así quise creer que ese ser celestial me estaba viendo.
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Para el séptimo año, las cosas pintaron mejor que nunca. Carlin, mi exjefe y socio, consiguió más capital para nuestra empresa, lo que nos permitió abrirnos en cinco estados más. Estuve al borde del colapso porque eso significó más viajes. No me quejé, nunca lo hice porque primero no tenía derecho para hacerlo y segundo porque sabía que mi castigo era ese: que cueste cada minuto.
Lo que si cambié fue la idea de dejar a Rex con Rose, su novia no lo aguantaba pues sus alergias y humor empeoraban cada día, así que lo entrené para que me acompañara. Por suerte fue muy educado y nunca nadie puso objeción al verme con el animal en medio de los negocios. Además, siempre me reuní en lugares abiertos y cuando cerré negocios en oficinas, Rex se comportó como un caballero, había algo en ese perro que me desconcertaba: a ratos perezoso y en otras ocasiones muy sobreprotector, sobre todo cuando los hombres se me acercaban.
Ya para finales de ese año tampoco aparecieron: ni la deidad ni mi supuesto esposo.
Para el octavo año, Rex me hizo abuela. No puedo negar que me decepcionó porque siempre fui muy irresponsable pero lo hizo bien en ese año.
Carlin se retiró del negocio para el segundo trimestre. Me agradeció la vida entera por haber aceptado trabajar con él y con una buena fortuna en sus manos, se fue de viajes mochileros con su esposa y sus dos hijos. ¡Qué envidia!
Aún recuerdo cuando me dijo que debía hacer lo mismo, que debía delegar funciones y que debía empezar a disfrutar de los arduos años de trabajo.
Casi me convencí para hacerlo, pero descarté la idea hasta aquel día, lo recuerdo perfectamente, septiembre 02 del 2018. El día en que mis ilusiones fueron a declive, el día en el que mi médico dijo que le pasaba algo a mi corazón, exactamente no recuerdo el término que usó pero resumiéndolo dijo que mis latidos eran débiles y que mi corazón andaba vago para trabajar.
Y vaya que fue la mejor manera de decirlo, poco convencional, sentí desesperación absoluta, tic tac, tic tac, recitaba mi mente.
Sus recomendaciones fueron simples y sencillas: dejar de lado el estrés y que unas vacaciones me deberían ayudar. También bromeó conmigo cuando le dije que estaba soltera, para aquel entonces tenía 38 años cumplidos. Me dijo también que quizás era lo mejor pues un esposo estresaba más que cualquier otra cosa pero que aún no haya sido madre era imperdonable.
"Si supiera que tendré un hijo y que sería su presidente"
No había pensado seriamente en el reloj biológico de mi cuerpo, pero avanzaba y avanzaba. Ya no sabía si a esa edad se podía tener hijos y sumado a lo de mi corazón, las esperanzas fueron decayendo otra vez. Y de nuevo aparecieron esos susurros y malos pensamientos, esos fríos intensos que me albergaban el corazón para hacerme sentir peor que antes.
El doctor dijo que si las arritmias cardíacas aumentaban un Baipás me ayudaría a tener una vida normal pero fui muy positiva y me sometí a los tratamientos pertinentes para sobrellevar la enfermedad y sin necesidad de usarlo.
Y finalmente llegó diciembre y con esto el inicio del
9no año, mi enfermedad iba estabilizándose, de hecho nunca me sentí enferma pero el cansancio fue innegable la mayor parte del tiempo.
Para esa fecha ya había contratado a tres supervisores para que viajaran e hicieran mi trabajo de intermediación, sí, delegué funciones por orden del doctor. Y la idea de conseguir un socio rondó con mucho ahínco pues ya no tenía a Carlin.
Te preguntarás por qué te cuento esta parte de mi vida ¿verdad? Paciencia, es importante que sepas todo esto. Y debes preguntarte por el tipo misterioso que ya debía aparecer en esta historia, pues créeme que también me hice esa pregunta ese día. Si quería esconderse de mí le estaba saliendo muy bien.
Y para no pasar otra navidad sola, decidí irme a Hawai de vacaciones, agarré a Rex, hice mi maleta y me dije a mí misma que si encontraba a alguien interesado en mí no lo dejaría escapar y que me daría la oportunidad. Al menos para sentirme viva después de tanto tiempo siempre y cuando mi corazón me dejara hacerlo.
¿Por qué me rendí y no esperé a aquel hombre? Dime, ¿Ocho años no te parecen suficientes?
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Hola,
Yo aquí en Hawai, allá ¿quién?
Te dije que faltaba poco para acabar esta loca historia que nació de un sueño.
Nos vemos en los últimos capítulos.
Gracias por leerme y comentarme, me haces muy feliz.
Besotes,
Kahedi
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