A Santa
Un nombre que te adornó
desde tu bella cuna,
este nombre te encumbró
y te elevó a la luna.
Naciste para ser hermosa
y tú nombre te dio más realce,
muchos te trataban como Diosa
y a otros tantos despreciaste.
Tu amor por Marcelino
te condujo a la desgracia,
haciéndote torcer el camino,
al entregarte por ignorancia.
El desprecio de tu madre y hermanos
te hizo torcer tu buen camino,
y a la sombra de placeres paganos
desviaste así tu cruel destino.
Tus encantos a muchos sedujeron,
uno de ellos fue el "Jarameño"
y sus pasos te condujeron
a tratar de ser tu dueño.
Sin embargo al recordar tu vida
tan llena de alegrías y pasión,
le provocaste una enorme herida
al consumar con su amigo una traición.
Volviste a tu vida de aventura,
a un mundo triste e insólito
y siempre estuvo a la espera
tu eterno enamorado Hipólito.
Él espero por años paciente
y soporto tus desprecios y locuras,
y a pesar de todo su amor creciente,
te puso por los cielos a la altura.
Caíste en un mundo tan podrido
o quizás el mundo te empujó,
y pudiste de él haber salido,
porque Hipólito siempre en ti creyó.
Amantes como Hipólito
existen muy pocos,
que tienen amor tan infinito
y tal vez hasta muy loco.
Él te amó aún después de muerte
pues iba por las tardes a tu tumba,
Y aunque él no podía verte,
su adoración nunca estuvo en duda.
A pesar de ser un ciego
él te veía con los ojos del alma,
y sufriendo tantos desasosiegos,
te idolatraba mucho "Santa"
No habría dicha "Tanta"
en el mundo de los mortales
que hubiera dicho Hipólito y Santa
se amaron tanto y fueron inmortales.
Poema escrito como reseña del libro 'Santa" de Federico Gamboa.
Uriel López Guillén |