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Inicio / Cuenteros Locales / sendero / La cometa, o el niño de las pandorgas

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El día que conocí a Noemí tenía tres pelos de barba. Mi pasión era construir cometas. Seleccionaba el bambú: largo, seco y resistente. El viejo Meraz lo vendía. Sabía que lo serenaba en luna llena. Una receta para darle alma, según la abuela. El tarro era muy demandado.
Un día me hice el aparecido. El viejo sonrió. Yo pajareaba con la mirada.
- ¿Qué buscas? me preguntó con ironía. Estaba chimuelo, tenía dos ventanas, por donde se le escapaba el aire al hablar.
- ¿Dónde tiene el tarro?
- ¡Qué!, ¿vas a hacer tu casa, te quieres casar…?
-Véndame un pedazo.
–Ya lo vendí. Ayer se lo llevaron.
Me retiraba con las espaldas aplastadas cuando me gritó. Volví y sacó de su casucha un hato: dorado como una cal color de luna. Sabía que vendrías…

Noemí llegó de la ciudad. Pelo negro, corto, orejas pegadas a la cabeza y aretes que bamboleaban al ritmo de su paso. Me ponía nervioso y solo sonreía. Ese día intentaba elevar una pandorga, tan obesa que daba de brincos, como esos canguros que salen en las caricaturas. No puede. Si deseas, podemos hacer una…
La cometa danzaba en el cielo. Construíamos una diferente en forma, color y las elevábamos. Un día que formábamos una estrella, nuestras caras quedaron a un suspiro y la timidez me paralizó las manos, pero no mi boca, y cerrando los ojos nos dimos un beso. Para mí fue el primero. Jugábamos en el riachuelo de agua fría, nos perdíamos entre los árboles y luego nos hacíamos los encontradizos. Una tarde se fue. Sin que yo supiese que se iba a ir, tal vez ni ella lo sabía.
Conseguí su dirección postal. Las cartas llegaban cada semana, después cada mes, luego…
Mece el viento mis recuerdos. He construido una cometa grande y resistente. ¡El papel fulge y al contacto con el aire se sacude nerviosa, preparándose para la aventura! ¡Qué hermosa! ¡Cómo se eleva! ¡Lleva dos carretes de hilo y quiere más! Óyela zumbar, parece decir ¿qué tal me veo? ¿me envías un correo?
Puse la huella de mis labios en el mensaje y se fue raudo por el hilo. El viento arreciaba y más alto subía. La cometa parecía decirme lo feliz que era. Dejé que el carrete se vaciara. El mensaje se perdía, era ya un punto. Percibí que el cordel podría romperse y empecé a enredar el hilo. La pandorga parecía inconforme; yo seguía enredando más el cable y ella daba vueltas sobre sí: ¡rabiosa!, ¡enojada! De pronto, caía en picada. Después subía, daba de vueltas. Para evitarlo solté la hebra. Y, el viento la llevó entre las nubes; cada vez más lejos. Corrí, corrí, por los caminos que anduvimos, mojé mis zapatos en el arroyo que corría llevándose los tejos

Texto agregado el 14-01-2019, y leído por 175 visitantes. (13 votos)


Lectores Opinan
15-01-2019 —Pandorga, papalote, barrilete, cometa, volantín etc. Según la región el nombre y según el sentimiento infantil la emoción, creo que todo hombre-niño guardamos algo de esa emoción. —Muy bueno. vicenterreramarquez
15-01-2019 que hermoso amigo mío, solo eso. Un abrazo carmen-valdes
15-01-2019 causa placer al leerlo, hermoso relato!!!!!!!!! yosoyasi
14-01-2019 Este cuento me alegró la semana. Bosquimano
14-01-2019 Genial, la verdad que da placer leerlo y releerlo. Además el final tan bueno. vaya_vaya_las_palabras
14-01-2019 Hermosoooooooooooooooooo sensaciones
14-01-2019 Rub, cada vez escribís mejor. Me maravilló este cuento con su léxico tan especial, con esa frescura adolescente... MujerDiosa
 
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