Una de las genialidades de Disney, fue meter en el subconsciente de los niños la música clásica. Y un tanto igual, sí se me permite, hizo un tirano en mi patria: Ordenó poner una foto suya en cada cuaderno, en cada lápiz, en cada borrador y en el lugar más visible de cada hogar. Ambos casos tienen la similitud de penetrar e instalarse en lo íntimo de un ser que principia su crecimiento.
Y pasó que con euforia, en un acto masivo, el gobernante prometió construirle a mi pueblo la iglesia que un terremoto había demolido días antes. Pero, y a pesar de que sería un palo político, el pueblo tuvo que esperar ocho largos años para ver de nuevo la que hoy, después de una profunda renovación, es nuestra catedral. Pero volvamos al pasado.
Cuando la compañía constructora la declaró 'inaugurable', ya un grupo de chicos habíamos celebrado nuetra primera comunión en élla. Y yo que andaba por los seis de edad, conocía los vericuetos más recónditos del templo. Pórque como mago, después de cegada mi abuela y con la parsimonia de un lución, mi movimiento me permitió conocer hasta el paso secreto que iba del altar mayor a la sacristía.
Pero también había compartido en el coro, la banqueta del maestro que tocaba el armonio y me habían sorprendido con el último llamado a misa, subido en pleno campanario. Y debí de haber frenado de golpe cuándo un estrecho pasillo que se trocó en escalinata circular, de súbito me mostró al cura sin sotana.
Mientras y pése a que la iglesia tenía dos meses operando como tál, el show mediático de la inauguración iba. Y mi abuela y yo, aquella mañana, llegamos más temprano que núnca. Y sí dentro de la nave central no cabía un alma, ní se diga lo que pasaba frente a la entrada principal. Lo cuál no impidió que comenzara mi curioso 'peregrinaje'.
Y precisamente lo inicié por el pasillo del lado opuesto a mi lugar favorito: La sacristía'. Pero, en efecto, en élla estaba cuándo la puerta tracera emitió un sonido de aceptación, entonces, un hombre erguído con camisa y pantalón negros de normal confección, caminó hacia mí. Yo brúscamente cerré la gaveta que acababa de abrir; punto en él, que el señor con su mano izquierda tocó mi cabeza y penetró por el pasillo oculto.
Luego, viré mi cara en la dirección que se alejaba y mis oídos se prepararon para escuchar la ovación que al verle se produciría. Y, unos doce pasos después, así pasó. Cómo pasa ahora..... por haber sacado ésto del plano onírico, dónde por mucho tiempo, involuntáriamente, lo guardé. |