Basado en hechos reales.




Y pasó qué en un nublado día de invierno, a finales de Junio; yo caminaba por el mercado central de la ciudad de Iquique, disfrutando de excelente música a cargo de "Quiet Riot" quién interpretaba a máximo volumen en los audífonos "Condition Critical"; cuando inesperadamente, alguien llamó mi atención agitando sus manos adelante de mis ojos.
_ ¿Jorge?_ Preguntó con una amplia sonrisa el inesperado interlocutor.
_ ¡Lucho Pizarro!_ Dije sorprendido_ ¡Amigo mío, tanto tiempo!_ Nos abrazamos alegremente_ ¿Como estás?_ Interrogué muy animado por el súbito encuentro.
_ Todo muy bien, aún viviendo en Iquique, sin mucho que contar_ Lucho Pizarro lucía juvenil (a pesar de estar cerca de los cincuenta años), sano y jovial. Inclusive me atrevería a decir (Si se me permite la acotación), hasta rehabilitado. La última vez que nos habíamos visto, fue hace unos treinta años atrás.


Un grupo de inseparables amigos esperaban impacientes en las puertas de acceso al coliseo deportivo por los tickets de ingreso al concierto del grupo de rock "Virus".
Para hacer la espera menos tediosa, los adolescentes platicaban de música, y de todos los agotadores trabajos que habían realizado en sus vacaciones para ahorrar el dinero suficiente y asistir a este mega evento musical. Nadie se imaginaba que esta historia terminaría en un caótico desastre.
René Veritas y Lucho Pizarro (encargados de comprar las adhesiones), secretamente se habían vuelto adictos a la pasta base de cocaína, y en un arrebato típico de drogadicción; gastaron todo el dinero de las entradas en droga. Aquella fatídica noche terminó en una descomunal pelea a golpes de puños entre amigos. Tuvo que intervenir la policía para detener la gresca. La amistad de décadas se quebraría en aquel entonces, y nuestra pandilla se dividiría en dos bandos.
A pesar de qué algunos años mas tarde hiciéramos las paces; nunca más nos volveríamos a reunir.


_ El otro día vi a tu hermano Oscar_ Lucho Pizarro dibuja una mueca parecida a una sonrisa.
_ A Oscar le va muy bien_ Respondí_ Trabaja en una buena empresa que lo tiene viajando por el mundo_ Al decir estas palabras, recordé que Lucho Pizarro y mi hermano eran muy unidos. Estudiaban en el mismo colegio y se graduaron el mismo año. Ambos habían cultivado una bella amistad a toda prueba; eran amigos extrañables e inseparables, solían compartir la vida y cosas en común.
_ Dije "Hola" y apenas me miró_ Hay tristeza en los ojos de Lucho Pizarro_ Ni siquiera se detuvo a saludarme_ Dijo con casi un susurro.
_ Quizás no sabía que eras tú_ Mentí_ Tu conoces a Oscar; siempre fue un despistado_ Trate de sonreír disolviendo la tensión del momento.


Los padres de Lucho Pizarro poseían una pequeña, pero fructífera empresa que ofrecía servicios a los buques pesqueros de la región. Durante la década de los ochentas la pesca industrial en el país tuvo su punto más alto, y por ende "Redes Pizarro limitada" creció de manera inesperada.
El dueño de la compañía, Don Raúl Pizarro Velásquez, un hombre simpático y bonachón; fue un visionario en aquel entonces, y obtuvo jugosas ganancias que invirtió de excelente manera en una flotilla de nuevos automóviles que transformó en una línea de radio taxis.
Pero el uso desmesurado de cocaína de Lucho aumentó la vulnerabilidad de toda la familia Pizarro. Un drogadicto puede desarrollar en algún momento de la vida, un estado llamado "consumo problemático" que afecta la salud física y psíquica.
Don Raúl Pizarro Velásquez no solo perdió la empresa que creó; también tuvo que rematar la vivienda que habitaba para para pagar las cuentas de psicólogos y profesionales de la salud que atendieron la fuerte adicción a la pasta base de cocaína de su hijo. Actualmente reside junto a su esposa viviendo medianamente confortable, manejando el único radio taxi que el banco no se llevara.


_ Bueno Luchito, fue agradable volver a saber de tu vida; pero tengo que hacer. Estoy buscando unos libros de bolsillo que vienen con el periódico "Las últimas noticias"_ Digo estrechando su mano.
_ ¿Aun eres un "ratón de biblioteca?_ Pregunta mi amigo riendo amablemente.
_ Así es. Las buenas costumbres no hay que olvidar.
_ ¿Aún escuchas Heavy Metal?
_ ¡Llevo el rock en la sangre cumpa!_ Digo al despedirme. Ambos nos abrazamos fuertemente de manera fraternal.
Con una sonrisa pintada en su rostro Lucho Pizarro se aleja lentamente, cuando un sin fin de imágenes llegan a mi memoria desde un grato pasado. Lo veo veo desaparecer entre medio de la muchedumbre que a esa hora colmaba el mercado central.
Los amigos de juventud, aun cuando desconozca sus destinos siempre los recordaré con cariño; principalmente con aquellos que terminamos a golpes en la entrada del estadio municipal.