Días y noches que se clonan. Siempre la misma gente y el mismo ambiente. Cansado de tanto esperar decido partir. Partir hacia otro mundo, hacia un planeta de ensueño donde se respira paz. Un planeta en donde las flores irradian energía y en donde nunca hace mucho calor ni mucho frío. Un mundo en el que estoy a salvo y lejos de tantos juicios y prejuicios. Un mundo donde mi mente evoluciona hacia lo infinito y la tranquilidad es tal que prácticamente me entumece. Me llevaré los recuerdos bellos de esta tierra. Los llevaré en mi mente, los plantaré para que florezcan. Estas flores, cada uno de sus pétalos tejidos con los hilos del pasado y las agujas de los momentos tristes crecerán sobre la arena de mi conciencia. Con tallos recios se elevarán guiadas por la voluntad divina hacia los cielos, coloreando la noche sin estrellas y sin luna. Ahora puedo reír y cantar. Las flores me brindarán la luz que necesito y cuando sus pétalos caigan derrotados por el frío de los cielos estos viajarán como yo, volarán por los aires llevando el rocío celestial hasta mis manos. Ese será mi alimento, me llenará de sabiduría y sueños preciosos. Le digo adiós al positivismo y le doy la bienvenida a un mundo rebosante de experiencias oníricas. Un mundo cultivado por recuerdos hermosos y coloreado por el fruto de los mismos. Un planeta en donde crecen flores de la arena, de la sequía que dejaron mis antepasados y que todavía defienden mis contemporáneos. No más sequía para mí.