La primera vez que leí “Después del terremoto” de Haruki Murakami (hará unos cuatro años), lo pasé de noche. Lo afirmo de tal manera, porque hasta antes de hacer una relectura reciente del libro, no recordaba absolutamente la trama de ninguno de los seis relatos que lo conforman. Llegar a esta nueva lectura se lo debo a un gran amigo, que me obsequió “La chica del cumpleaños”, en una hermosa edición ilustrada donde sólo aparecen dos historias de Murakami; así que casi fue una decisión natural, continuar leyendo algunos de sus cuentos. Me sorprendió constatar que al ir leyendo cada texto, parecieran nuevos, como si fuera la primera vez que los leía. Descubrí esta vez una emoción muy especial, con la descripción de personajes, hechos y situaciones particulares contadas y planteadas en cada historia; me dejé llevar por la morosidad de algunas acciones, los detalles de ciertos pasajes, donde encontré una cantidad enorme de gente sufriendo, llena de angustia y temor, por hacer las cosas bien, tomar las decisiones correctas, para encontrar un poco de felicidad.
Ninguno de los cuentos desmerece en relación con los demás, pero es imposible no tener preferencias en lo leído; en particular, los dos últimos: “Rana salva a Tokio” y “La torta de miel”, me parecen los mejores, los que tocan fibras más íntimas y muestran con claridad la capacidad de Murakami para contar historias. Para hacernos partícipes de los sentimientos y calamidades que padecen sus protagonistas. El autor, opta por los finales abiertos, dejándonos el libre albedrío para concluir cada relato como mejor nos parezca, qué más va a suceder más allá de cuando el escritor pone la frase, la palabra final de cada texto. Se abre entonces un mundo infinito de posibilidades, de nuevas historias, de nuevas oportunidades de corregir errores o actuar diferente, de saber que el destino no nos tiene cogidos de la mano.
La popularidad de Murakami ha ido desde hace muchos años en aumento, sus novelas y cuentos son buscados y leídos con asiduidad en muchos países del mundo, se ha manejado incluso su nombre como candidato al premio nobel de literatura; sin embargo, nada de eso importa, lo realmente importante es el sentimiento, la emoción intensa que nos provoca leer todo lo que le acontece a sus personajes, que son tan reales y cotidianos, que deseamos ayudarlos y mitigar sus pesares o compartir un granito de su felicidad. “Tokio blues” fue lo primero que leí de él, luego “Kafka en la orilla”, después algunos más. No sé si el hecho de que Murakami se haya vuelto tan popular implique un demérito en su obra; por mi parte los cuentos de “Después del terremoto”, son la muestra evidente y palpable de un gran cuentista.
|