No se sacrifique tanto abuelito, si ella ni sabe que usted está aquí, si vino ayer o hace un mes da lo mismo. Se apresuró a decir el enfermero al anciano, en un vano intento por calmar la agitación y nerviosismo del que era objeto el pobre hombre tras perder la hora de visitas.
El viejo, lleno de tristeza, fue dejando sobre el mesón el contenido de las bolsas que traía; toallas nuevas, una colonia barata, pañales y unas flores amarillas —porque estás son las que le gustan— justificó.
Luego se quedó refunfuñando un rato acerca del bus y su demora, de la lentitud de sus piernas y que venía de tan lejos. El enfermero le miró con desgano. Los viejos le hacían perder tiempo con aquella cantinela repetitiva que a él le resultaba absurda. La mayoría de los ancianos eran abandonados allí, sin embargo, tomando en cuenta la constancia de aquel hombre y para tranquilizarlo le dijo; Olguita ha estado bien.
Al anciano se le iluminaron los ojos, con voz esperanzada inquirió; ¿Preguntó por mí? —No, respondió el enfermero, está como siempre.
La extrañaba, la extrañaba tanto. Desde el accidente vascular sus nietos perdieron una abuela, sus hijos una madre pero él, él lo había perdido todo.
Al ver tan abatido al anciano, el enfermero se compadeció y le permitió ingresar a la habitación en donde, junto a otras 3 camas, permanecía postrada la anciana. Dispuso junto a la cama una silla y se marchó. Mientras se alejaba, el aire hasta entonces vacío se llenó de un murmullo amoroso; ¿Mi viejita linda, cómo estás hoy?
El enfermero caminó lento hasta la puerta, no tenía otra cosa que hacer y el soliloquio del viejo le enterneció. Sintió curiosidad por aquella pareja, mas de pronto, el susurro de una frase irreal lo puso en alerta:
—Mi amor, has vuelto… escuchó exclamar ilusionado al abuelo
El enfermero volvió de un salto hasta el anciano, pero nada pudo hacer. La agitación y el dolor terminaron por fulminar su corazón enfermo.
El cuerpo permaneció allí, suavemente apoyado en el regazo de Olguita, hasta la llegada del juez que autorizó su retiro.
Olguita no se enteró, dicen, más yo creo que sí pues desde entonces Olguita llora.
M.D |