A mi única lectora:

Una palabra, dos significantes, infinitas variantes que generan las múltiples vertientes por donde caemos.

Un beso, dos personas, infinitos sentimientos que degeneran en múltiples variantes del mismo sentimiento en el cual nos hundimos.

¡Gracias! Nada sería igual si no fueras la incógnita más grande de esta gran ecuación, solo que nunca pude hallarte, no pude resolver el complicado teorema. Formulo posibles respuestas, hipotético, dramático, existencialista al borde del absurdo más grande.

Llámame Rodrigo o Kafka si quieres, sigo siendo el mismo insecto, otro Gregorio en el samsara, un grano más en el Sahara.

¡Coño! No te idealizo, esa es la idea, pero tu sonrisa es como un can que se acerca y me mea, marca su territorio en el irrisorio y convulso amasijo de carne que llamo corazón.

Perdí la razón a causa de la distancia, quisiera tenerte enfrente mío y no saber qué decir, prefiero eso a conocer todas las palabras y no poder hacerte entrega de ninguna.

Ningunéame todo lo que quieras, destrózame, hazme mierda… lo merezco.
Me aborrezco cuando sé que he de encontrar tu recuerdo al borde de la almohada.

Nada ni nadie podrá sanar ésta herida, por la cual no sale sangre, solo me salgo yo.

Sánate, trata, disfruta de cada sabor. Goza del color. Siente el roce de esa piel que logró lo que nunca me permitiste, lo que no me dejaste intentar.

¿De qué sirven los miles de planes y los hermosos cuadros que formé en mi cerebelo?
Solo quedan los celos, el recelo y el desgaste de tanto pensar, sobrepensar, luego prensar los pensamientos para no rayar el disco duro, que más bien es blando, como yo, como tú, como eso que no pudo ser pero fue y, al parecer, nunca más será.