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Inicio / Cuenteros Locales / vejete_rockero-48 / Depósito de mierda. (Tal cual, así pasó)

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_ Jorge ¿podrías ir junto a los bodegueros al vertedero municipal? Debemos deshacernos rápidamente de la mercadería vencida; necesitamos todo el espacio que ocupa en bodega_ Don Anibal Riveiros sonríe mirándome directamente a los ojos.
Para ser sincero, la interrogante me incomoda y molesta en demasía; viajar en pleno verano, con treinta y cinco grados de calor hasta el basurero de la municipalidad, para tirar alimentos vencidos; no será grato.
_ Ningún problema Don Anibal_ Digo fingiendo cordialidad.
_ Sé que no es tu trabajo_ Responde el señor Riveiros, como si hubiese leído mi mente _ pero es primordial que vaya alguien de la oficina. Tu conoces las leyes de aduana; tiene que estar presente un agente de la empresa como testigo de fe, para certificar que dicha mercadería fue destruida completamente.
_ Iré sin problemas_ Dibujando una forzada sonrisa, pongo punto final a aquella embarazosa conversación.

Un pesado camión sube el serpenteante camino que une la ciudad de Iquique con el resto del mundo; la doble vía tiene una extensión de casi trece kilómetros, y literalmente está empotrada en el estómago del cerro Tarapacá. El recorrido transcurre por una peligrosa pendiente que conduce hacia la cima de la cordillera de la costa, a más de mil trecientos metros sobre el nivel del mar.
Una vez en la cumbre, la comuna de Alto Hospicio se alza orgullosa entre las dunas del árido desierto. Para ser franco y convincente; Alto Hospicio de "comuna" no tiene absolutamente nada, es solo un puñado de pobres chozas distribuidas de errática manera por la pampa del Tamarugal.
Junto a los bodegueros Miguel y Alejandro comparto la cabina del vehículo; hace un calor insoportable y viajamos a reducida velocidad debido al excesivo peso de nuestra rancia carga consistente en más de trescientas cajas de alimentos vencidos. Transportamos una amplia variedad de atún en conserva, y una cantidad ilimitada de cilindros de cartón sellados con papel aluminio; cada tubo contiene patatas fritas de corte americano.
_ ¡Hijo de puta mira eso!_ Digo sorprendido al ver las inmensas dunas de basura que cubren los sesenta mil metros cuadrados del vertedero municipal. Maquinaria pesada del tipo pala mecánica, distribuyen, acomodan, y aplastan los desperdicios por todo el recinto.
En el pórtico de acceso somos recibidos por un ejército de gordas y peludas moscas voladoras, junto a ellas, oscuros ratones tan grandes como gatos, corren libremente entre nuestras piernas buscando alimento bajo los cerros de inmundicia.
Rápidamente pongo mi pañuelo sobre la nariz, para así evitar la insoportable fetidez; cuando de improviso llegaron corriendo como si fuesen una jauría salvaje.
Era una docena de desnutridos niños, todos ellos vistiendo viejos y sucios harapos; la mayoría descalzos y cubiertos de podredumbre. Sus edades fluctuaban entre los tres y once años de edad. Los mayores haciendo caso omiso de nuestras protestas, subieron a la parte posterior del camión lanzando la mercadería caduca a los más pequeños que alegres esperaban abajo. Una vez efectuada esta misión; desesperados y peleando entre ellos procedieron a abrir las patatas fritas que comieron voraces. Algunos usaban filosas piedras, para despedazar las latas de atún y así llegar al preciado alimento.
_ ¡No coman eso que dañará sus estómagos!_ Grite pensando en la salud de los niños.
_ No se preocupe que son inmunes_ Dijo el encargado del lugar.
_ ¿Quienes son?_ Pregunté mirándolos con curiosidad.
_ Son residentes del vertedero.
_ No entiendo. ¿De donde vienen?_ Cada vez me encontraba más y más desconcertado.
_ No vienen de ningún lado. ¡Ellos viven aquí con sus familias!_ El funcionario municipal sonriendo indicó con el dedo indice hacia el interior del predio.
Allí entre pestilentes montañas de porquería y desperdicio, entre nauseabundos ríos de verdes aguas estancadas, se encontraba una población constituida por una docena de casas alzadas con retazos de madera, cartón, y todo lo que sirviera para dar refugio.
A la distancia podía ver decenas de cuerpos humanos semi desnudos, deambulando por el vertedero buscando comida o algo de valor para vender. El paisaje era completa y literalmente desolador; palpar de aquella manera la pobreza extrema, impacta y parte el alma.
_ ¿Señor me podría ayudar por favor?_ Frente a mi hay un niño que no debe tener más de cuatro años. Expele un pestilente olor que no logro y no deseo identificar; a simple vista observo una legión de piojos que roen su cabeza hasta ocasionarle durísimas costras de sangre seca. Cojea de la pierna derecha; de aquella rodilla asoman dos hilos de sangre producto de la reciente pelea por las latas de atún.
Posee las costillas pegadas a una piel color ceniza; y viste un tapa rabo que une a su cadavérica figura con una cuerda que gira varias veces la cintura.
A pesar de la corta edad, hay profundas cicatrices de tristeza en sus ojos.
_ ¡Claro que si amigo!_ Digo tratando de sonreír; se dificulta mi labor al no poder ver bien por las continuas lágrimas que desordenadamente caen por mis pómulos.



Varias personas me han preguntado si la historia es real. Lamentablemente si; pasó tal cual, hace unos ocho años atrás.

Jorge.






Texto agregado el 07-01-2019, y leído por 137 visitantes. (12 votos)


Lectores Opinan
08-01-2019 Me uno al comentario de gmmagdalena, tu texto se universaliza, pues sucede en muchas partes, excelente trabajo amigo, abrazos y estrellas desde Colombia. nelsonmore
08-01-2019 —Historia verídica del infra mundo que se replica en todas partes del globo, donde la basura de cientos es el habitat y el alimento de miles, mientras los arquitectos de la modernidad buscan reducir y reciclar la basura en lugar de reducir y "reciclar" la pobreza. vicenterreramarquez
08-01-2019 Ocurre en todos los países y sí, si es real, lo he visto en mi país y he llorado al igual que Jorge... he llorado de impotencia hija de puta de no poder hacer nada, nada. sigfrido
08-01-2019 Muy bien narrada la historia. Lo bueno de tu historia es que atrapa, te mete en ese cuadro que describes. Lo malo, es que es real. Triste realidad de muchas partes de nuestro Chile querido. Saludos desde San Felipe, V región. Tolo
08-01-2019 que tristeza, mi Dios!!! yosoyasi
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