Ella era adorable.
La conocí en un chat, como a tantas, pero ella era especial.
Su inteligencia y su personalidad eran avasallantes.
Tanto que dejaban en segundo plano su exquisita belleza, que no era poca.
Meses de charlas, de discusiones, de bloqueos y desbloqueos, habían creado lazos muy fuertes.
No éramos amigos (ella odiaba esa palabra) ni queríamos nada más. Bueno, ella no quería nada más, yo quería conocerla.
Sólo verla, poder disfrutarla en persona, ver sus expresiones, sus risas, sus muecas. Algo real.
Y ella se negaba. Era tajante en eso.
Sin tener siquiera razones válidas, pero su postura era inamovible.
Una noche, luego de una charla casi épica donde "jugamos a vernos", nos despedimos sonriendo, y los "te quiero" surgieron naturalmente.
Tanto así que no pude dormir.
Y se me ocurrió algo: conocernos pero con una amiga en común de por medio.
Esperé en vela hasta que la vi conectada, y sin intentar siquiera disimular mi ansiedad, le dije:
- Hola, se me ocurrió algo: qué tal si nos vemos los tres, Clau, vos y yo? Así no te sentís incómoda, ni te vienen esas timideces. No podés decir que no, dale!
Vi que las palomitas se ponían azules y comenzaba a escribir.
El corazón saltaba de mi pecho de tanta emoción fantaseando con ese tan anhelado encuentro.
Fui a la cocina a hacerme un té intentando tranquilizarme, porque su respuesta era para mi toda una incógnita.
Al volver abro su mensaje y mientras lo leo, el vaso se escapa de mis manos:
- Dale, me gusta la idea, pero... si es un trío te va a salir más caro. |