Cuando una caterva de adolescentes masculinos comenzó en mi barrio a practicar la pernoctación estática en la calle, se hizo habitual la visita a nuestra esquina de un personaje de leyenda. Ostensiblemente, pasaba de los cincuenta y fue mucho antes de la edición del presente, cuyos estragos son inferiores. Siempre vestía camisa blanca, pantalón y chaqueta grisáceos sin corbata. En la mano derecha un machete dentro de su vaina y, si la noche era lluviosa, un paraguas bajo la axíla izquierda. De cabeza mediana tocada siempre con un sombrero de fieltro. Y decía, ser oriundo de Hatillo, un terreno ubicado al cruzar el río que bordea nuestro pueblo.
El amigo, que a todas luces, parecía un amante de la vida cabaretera, aúnque núnca recibimos el impacto de un aliento que delatara la lucha entre el jugo gástrico y el ron; en pleito por desintegrar el bólo alimenticio en circulación. En cambio, un poco más afín con la idea, estaba su conversar morboso y chulesco. Interrumpido en veces, por una risotada que era un inútil intento por dotar de buen humor sus cuentos. Qué más que éso, eran categóricas afirmaciones del poder imaginativo del hombre. Y precisamente en el área dónde menos constancias existe de su clara manipulación.
Porque la generosidad de la naturaleza, con tódo y el consabido libre albedrío, no ha complacido al hombre con el poder de decidir cuál será el modelo físico y espiritual que seguirá su prole. Y hasta nos hace equivocar al querer extrapolar con las formas pré y post parto. Incluso, juega con los 'dones', que cási núnca los repite de forma lineal en la descendencia y menos permite los cálculos matemáticos, de tan exitoso uso en obras materiales. Sería simplemente desastroso que el hombre determinara el tipo de hijo que quisiera tener, porque obviamente, los habrá bien intencionados, pero otros: No tanto.
Por eso núnca olvidaré al hombre que en una madrugada de mis quince años, entre alboroto y seriedad, nos afirmó que él tenía en su haber la capacidad de poder 'echarle a una mujer' el sexo de su antojo, al engendrar una nueva criatura. Y lo hizo con movimientos gráficos incluídos. Afortunadamente hoy sé que lo contrario, es un gran acierto de lo alto.
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