En la escuela , de pequeña, era Mari Pili o Pilina. El hipocorístico encajaba bien con su corta edad y envergadura.
Fue la edad de la sorpresa ante el mundo nuevo, de las primeras letras y de las insaciables ganas de juego: comba, goma, tabas, escondite, chapas, mariquitas, pesca de renacuajos...
Aún se ve sentada en el suelo mientras mete en cajas de cerillas los luceritos o escarabajitos de verde facinante. Previamente ha agujereado el habitáculo para que no se asfixien e introducido " presta de burro" para que no mueran de inanición.
En el instituto , de adolescente, pasó a ser Pili. Fue la edad del callejeo incesante, de la exaltación de los amigos, de la rosca o toga para alisar el pelo , de la abéñula para que crecieran las pestañas y de los primeros flirts.
En la Universidad se metamorfoseó en Pilar con todas las obligaciones de la edad madura: estudios, oposiciones, matrimonio e hijos.
Hoy mira hacia atrás con nostalgia y piensa en lo rápido que galopan los días.
...Y en que cada edad tiene sus afanes. Y sus nombres.