A Elsa le costó localizar un paisaje del nacimiento de un río. Fue Google quien lo descubrió. Aquella misma tarde, Elsa y su marido fueron a visitarlo.Tuvieron suerte, no había nadie y pudieron sentarse muy cerca del riachuelo. A continuación, Elsa sacó del bolso su móvil y puso "el cant dels oncells", se sentó y comentó:
—Es precioso este lugar.
Su marido no le contestó.
Al cabo de unos minutos en silencio, Elsa dobló sus piernas para poder cruzar los brazos por encima de las pantorrillas y añadió con voz quebrada:
—Tengo que explicarte algo... —Te he sido una vez infiel. Fue en aquel maldito apartamento de Tarragona. Hacía un calor de mil demonios por la noche y no pudimos dormir. Discutimos por cosas del pasado, sin venir a cuento. Finalmente, decidiste llevar a los críos a la playa al amanecer. Me quedé preparando unos sándwiches para desayunar. Me puse el bikini y cuando estaba estirando las sábanas, tu hermano me cogió por la cintura suavemente y nos sentamos en el borde de nuestra cama. Dijo haber oído nuestra discusión y que tú tenías un pronto muy vivo, pero después, eras tan manso como un gato y que te perdonarás. Le comenté que no pude razonar contigo y empecé a llorar. Apoyé mi cabeza sobre su hombro. Él me acarició mi pelo, dijo que me comprendía y nos abrazamos. Fue en ese momento cuando me desanudó el lazo de la parte superior del bikini y... bueno, ya te imaginarás el resto de la historia.
Silencio.
—Cuando descubriste el test del embarazo —continuó Elsa, no parabas de preguntarme cuando lo hicimos, pues no recordabas nada. Te calmé diciendo que fue cuando fuimos a cenar con unos amigos y bebiste dos copas de más. Como el resultado del test fue negativo, declaraste: "Bueno, aquí paz y después gloria". Pero la realidad es otra.
Silencio.
—A propósito —prosiguió, Pol decidirá si estudia filología inglesa o educación física cuando regrese del viaje de fin de curso. Marta ha resuelto que será bibliotecaria. Ya sé que hubiese gustado que estudiara arquitectura, pero, ¿sabes qué? Son mayores, ya deben decidir sobre su futuro.
Silencio.
Una brisa fría le hizo volver a la realidad.
—Cariño, tengo que volver a casa. Ya sabes que odio conducir de noche.
Se puso de rodillas para coger la caja ovalada de metal y se acercó a la orilla del riachuelo. Abrió la tapadera, vertió las cenizas sobre el agua; el chorro de la cascada hizo el resto. Se sentó encima de sus tobillos para verlo partir hasta que lo perdió de su vista. Después de unos minutos, se limpió las lágrimas con el dorso de la mano, se incorporó para recoger la caja moratoria, el móvil y lo metió en el bolso. Dio una última mirada al nacimiento y pensó: "Vida y muerte en el mismo lugar. Vaya paradoja". Giró sobre sus talones y reemprendió el camino a casa.
Nota: cuento inspirado del libro "Cinco horas con Mario", en versión contemporánea. |