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Si buscás exactamente el lugar al caminar por la playa, es un punto justo-justo en la línea recta de tus ojos, o sea de tu mirada, en la que el tanque de agua arriba del boliche, el que esta pintado de blanco, tapa del todo – es decir la hace desaparecer- a la estaca clavada en la parte más alta del médano guacho, donde está pelado, donde no crece la pajabrava.

Ahí, había dicho el Flaco. Ahí justo y con bajante, más o menos con la mitad de la marea en baja, podes entrarle con la red, es el sitio ideal.
En ese lugar no hay piedras y es bien playo.

-Jode un poco una canaleta cuando estás sacando, pero es cerca de la orilla. Vas a tener que hacer un poco más de fuerza nomás.

-Con viento norte en ese lugar seguro sacás lenguados…y puede que camarones, los lenguados andan siempre atrás de estos bichos…

*****

Yo me había parado en línea recta de espalda al mar donde el tanque de agua cubre con su reflejo blanco la estaca, que es solo una rayita que sale de la arena y apunta al cielo.
El boliche es una mancha oscura en el ondulante brillo del mediodía.

Ibarrita juntaba el lado largo de la red plegando la soga de superficie, de boya a boya, sobre su brazo, hasta llegar a la bolsa.

Entramos al mar con la cuerda de las plomadas apenas rozando el agua. El pibe me sigue sin hablar, cierra los ojos cuando topa las olas y lleva cubriendo su espalda una bolsa de arpillera, atada al cuello.

- ¡Ta´linda el agua!

Me grita el ayudante, y tiembla.

- ¡Más o menos…!

Le digo, mientras cruzamos la rompiente.

- Ahora pará, clavá el palo y empezá a largar, quedate ahí…quietito, ¡no avances más!

El loquito al escucharme dejo que la red se le deslizara por el brazo formando una línea de boyas que cabeceaban apareciendo y desapareciendo en la superficie. Mientras aprieta los dientes y abre como nunca sus ojos de pescado.
Yo camino con el agua al pecho, largando también, después de acomodar la bolsa para que se despliegue. Avanzo paralelo a la costa y las boyitas van formando una medialuna.

Ibarrita clava el palo contra la arena del fondo peleando a las olas que lo quieren voltear y me mira fijo buscando que hacer.

- ¡Avanzá… pero despacio!

Una ola grande lo hace desaparecer y sale dando manotazos entre la transparencia de espuma que le sigue, aferrado al palo de la red y desesperado por desprenderse de la arpillera que le cubre la cara.

No se si me escuchó, así que le hago señas levantando el brazo, entonces me hace que sí con la cabeza y escupe agua.

Los dos tiramos sin hacer mucha fuerza y la red queda totalmente desplegada, siento los golpes de bichos entrando a la bolsa.
Algo va a salir, pienso.
Miro hacia el lado del río que entra en el océano casi sin moverse y me aparece de pronto, rizado por el viento.
Muy a la izquierda asoma como una sombra negra pintada sobre el agua la punta de La Baliza.

Empujo metiendo la cabeza bajo el agua cuando las olas son grandes y si me empalman en la cara me hacen recular. El pibe mira fijo las boyas y apenas avanza, arrastrando la punta del palo contra el fondo.
Ahora sí siento más pesada la red.

-¡Paráte…! – le grito

-Ahí nomás quedate, que vamos saliendo – Y arranco con fuerza para la playa.

-No te olvides que esta noche es Navidad, hay que prender fuego…

En la bolsa ya sobre la arena se ven los lenguados aplaudir contra el suelo, salpicando…

-Vienen unos grandes…-Dice Ibarrita.

Texto agregado el 27-12-2018, y leído por 77 visitantes. (0 votos)


Lectores Opinan
28-12-2018 Bien,me gustò mucho emece
 
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