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Lassie era una boluda

De tan buena, quedó así con esa fama , pobres animales no pueden defenderse de la descalificación humana.

Pero Shiva era distinta. Buena, buena, no era, pero hacía bien de perra.

Era la mascota de mi abuela, a la que veía cada vez que íbamos a Lanús de visita.

La abuela no se cansaba de prevenirnos: “dejen a la perra”, pero la verdad, el celo de mi abuela no se correspondía a mi relación con Shiva.

Jugábamos poco, ya que no era muy chacotona, pero en realidad, la perra me hacía sentir importante. Ya estaba grande y se veía que a través del tiempo había tenido varias crías que nosotros no le habíamos conocido porque la abuela Lala, la había recogido de grande.

Siempre nos cuenta que entrando a su casa, vió a este animal a los ojos y entendió que debía quedarse con él. Envejecieron juntas. Se hicieron menos salidoras, mas compañeras.

Ante la falta de abuelo, la perra balanceaba la casa con su disciplina, no se podía gritar porque se ponía al ladrar, esperaba a quien faltaba y su mirada nos seguía por todos los peligros del jardín.



La perra es la pareja de la abuela, se lo decíamos a mi viejo y este se ponía loco ya que no debíamos ver a la abuela como un animal.

Una vez, ya grande, le pregunté al viejo sobre la vida de estas viejas. No podía ser que no supiera la historia de mi abuela, a la que quiero tanto. Sabía que era la mayor de 6 hermanos, que mi bisa no estaba muy presente en su pasado, que había hecho algún deporte y se le notaba en la postura.

Desde que mi vieja dejó a mi papá era la referencia femenina, ella había criado a mi viejo y a mi tío sola, así que no le causaba ninguna gracia ocuparse de nosotros. Una vez pasado el drama familiar e instalada la certeza de que mi vieja no iba a volver dos cosas quedaban claras, mi viejo no volvió a sonreír y mi abuela controlaba las cosas desde su casona.





Me tomé el tren una tarde hacia Lanús, me recibieron hoscas, ya que ese no era día de visita.

Yo iba preparada para ese recibimiento, pero tenía una información que jugaba en mi favor: yo era la mayor y eso a mi abuela la podía.



Después del consabido ¿qué hacés nena? ¿no fuiste al colegio?, me animé a decirle:

Abue, ¿te acordás cuando estuve tan enferma y me cuidaste? ¿o cuando me regalaste al Paqui, el perro que me vió crecer?, bueno, me di cuenta que realmente, me preferís a mis hermanos y primos.

No digas eso, sabés que a todos los cuidé y les regalé cosas.

Si, pero de ellos no hablas tanto, aparte Shiva me sigue a mi.

¿A que viene todo esto? ¿por qué viniste?

¿Parecería que no te gusta?

Ya estoy vieja por lo tanto desconfiada.

La desconfianza no te vino con la vejez.

¿Mirá, mi nieta, me trata de desconfiada?

En ese momento fue a la cocina, puso la pava en el fuego, y volvió.

Te escucho ( me dijo desafiante) ¿qué pasa? ¿estas embarazada?

Abue, todavía no... (como me costaba hablar de esto).

¿Qué pasa, tu viejo trajo a una mujer a la casa?

No abue, tenía ganas de saber de vos, de tu historia, tu vida, sin nadie que nos moleste.

Y que querés saber de mi, que no sepas.

Abue, del abuelo sabemos por papá que no era un buen hombre, que laburabas pero no se sabía donde ni de que, que tuviste otros hombres hasta el último, a ese que una vez papá conoció.

Esa es mi vida, mi pasado y no quiero contar.

No seas dura, no tengo mamá, la vida te puso en mi camino para que me muestres lo que es ser mujer, tengo 17 años, muchos miedos y pocos con quien hablar. Sos quien nos dio calor, quien nos cuidó, a nosotras a papá, pudiste sobrellevar la muerte del tío ¿cómo hiciste vieja?. Lo veo a papá y la vida le dolió, vos seguís erguida, cuidando el fondo de tu casa. Vos seguís. ¿Como se hace?, contame tu vida.



La pava silbaba, el mate ya estaba sobre la mesa del jardín, la perra debajo mío, y la abuela estaba floja.

Escuché historias, una tras otras que no me podían sacar de mi asombro.

Después de 2 horas de monólogo, la vieja se levantó para ir al baño. Había tanto dolor en su relato, tanta pena, tanta fuerza hecha para nada mas que sostenerse.

Lo había logrado, pero a un costo: en su relato no había emoción, era monótono, el sufrimiento había sido neutralizado en su cabeza, congelado y guardado.

No puedo ahora recordar las atrocidades vividas en esa vida, no resisto tanto dolor en alguien tan querido y a cada ¿Abue, como sobreviviste? Me decía: y ...había que seguir.

Me puse a llorar por ella varias veces y ella me miraba diciéndome: te van a pasar cosas en la vida y tenés que ser fuerte como yo.

La pregunta de rigor fue ¿siempre sola?. No, me respondió seco , por eso pude.

Me quise detener en esa historia pero en esa estación el tren no paró.



Se hacía de noche y el viaje a casa era largo cuando de pronto noto que Shiva no se había movido de debajo de mi silla. La llamé para que me siguiera a la puerta, me despidiera como siempre, esta vez venía muy cancina, con la cabeza gacha.

Me arrodillo a mirarle los ojos y despedirme y allí fue donde encontré la unión del animal con su dueña.

La que lloraba los dolores de mi abuela era la perra.

Texto agregado el 26-12-2018, y leído por 28 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
26-12-2018 Precioso tu relato. Felicitaciones! sheisan
 
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