Componen la familia los abuelos y una pareja joven con dos hijos, uno de dos años aproximadamente , sentado en una trona, y un bebé, que parece dormir apaciblemente en su cochecito.
Es una mañana cálida de diciembre. La terraza del bar bulle de gente que ha salido a celebrar el día de Nochebuena , pues es 24, la víspera de Navidad.
El papá está atareado dando cucharadas de puré al mayor de sus dos vástagos, con gesto de amargura y aburrimiento supinos. El pequeño ingiere casi sin darse cuenta, entretenido como está viendo imágenes en el móvil que tiene delante.
Parecen carreras de cochecitos. En otro tiempo se les hablaba a los niños mientras comían. Se fingía que la cuchara era un avión. Sin embargo, esta familia está sumida en un silencio profundo, solo interrumpido por la joven mamá que comunica al avinagrado del padre que va a ir al supermercado. Él, sin mirarla, le hace un gesto despreciativo , ante el que ella ni se inmuta.
Me pregunto por qué han tenido un segundo hijo si hasta el primero parece molestarlos.
Poco antes de irse , viene la camarera a cobrarles , vertiendo en el brazo de la abuela el contenido de la bandeja.
Se deshace en disculpas . Ellos continúan mudos. Solo el niño de la trona, aburrido, comienza a tirar al suelo servilletas y posavasos. Curiosamente no tiró el teléfono.
Al levantarse para irse, veo la carita del niño del móvil . Es rubito pero no puedo dejar de verlo verde, del color de los monstruitos.
La afligida camarera les desea " Feliz Navidad". Y los veo alejarse de la placita sumidos en un mutismo profundo.
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