Poema
La pluma y el teclado
Mi pluma se durmió en laureles pasajeros
y se olvidó de buscar eternidad.
Se embriagó con ambrosía efímera
y no quiere espantar la borrachera.
Se vistió de halagos temporales
creyéndolos atuendos propios y perpetuos.
Se hundió en la locura producida
por aplausos de ocasión en ferias de la vida
y se perdió en largos periodos sabáticos,
dejándole las letras al teclado.
Mi pluma es un apéndice de mi mano
e instrumento de mi cerebro,
es compendio de mis sentidos
e intérprete deslenguada de mi espíritu,
pero se olvidó que quienes me dieron el lenguaje
la pusieron en mis manos para escribir.
El teclado solo escribe lo que dicta mi conciencia,
en cambio la pluma hurga en mi inconsciencia
e inventa palabras y conceptos
que no están en diccionarios ni en memorias virtuales.
El teclado es obediente como un perro,
que ante un estímulo o una orden repite lo enseñado,
al contrario la pluma tiene la independencia,
la libertad y la insolencia de un gato callejero.
El teclado tiene cien formas de letras,
estilos, tamaños y colores en un disco y nada más,
en cambio la pluma garrapatea los impulsos de mi mano,
según lo dicte mi razón o mi locura.
El teclado queda inerte si el viento corta los cables
o la pila consumió su carga,
también si no he pagado la cuenta de electricidad,
lo cual muchas veces suele ocurrir,
mientras la pluma solo depende de mi voluntad
o mi propia y eventual borrachera.
Mi pluma por momentos fue bolígrafo, un lapicero,
un lápiz de grafito o una pluma de avestruz,
y siempre aunque yo estuviera borracho,
enamorado o despechado, escribía cuanto yo quería,
en cambio hoy se cree más importante que yo,
y ebria, se declaró en huelga indefinida.
Por lo tanto desde hoy tendré que usar el teclado
y tratar de hacerlo pensar como mi pluma.
Incluido en libro: Simplemente el viento
©Derechos Reservados.
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