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El brillo del sol que se cuela por el espacio que queda entre el black out y el piso, es tan fuerte, que le molesta los ojos. Aun medio dormida se da media vuelta en la cama para esquivarlo. Abre los ojos y en las paredes ve reflejados puntitos de luz plateados, -quizás sea el efecto que produce el sol brillando sobre algunos de los juguetes en el piso-, piensa mientras observa con detenimiento y sonríe.

Se acomoda haciendo un ovillo y cierra los ojos. Quiere seguir durmiendo. Un pensamiento tras otro se va acumulando en su mente. Han sido unos años complejos, no obstante reconoce que el el miedo finalmente parece ceder, está recuperando su cordura, y ahora que las actividades demandantes están finalizando, tiene tiempo. Una sensación de esperanza la invade, quizás ya esté preparada para hacerlo. Abre nuevamente los ojos y los puntitos de luz sobre las paredes parecen más intensos, se recrea imaginando que así debe sentirse el estar al interior de una lámpara de Bacarat. Su corazón se acelera un poco, salta de la cama, corre el black out y siente como la invade el calor del sol. Es una mañana estupenda, no puede ser mejor. No hay duda, ha llegado el momento. Es tiempo.

Sentada a la mesa, con la vista de la ciudad en la ventana, escucha el rumor de los carros pasar. Son pocos. Es fin de semana, la ciudad ralentizada parece su cómplice.
Cansada de no entender su propia letra cuando escribe, organiza la conexión de su laptop, mientras en su mente trata de ubicar el momento en que su mano se reveló dejando de garabatear letras redondas y uniformes, para pasar a consignar en el papel hilachas microscópicas imposibles de interpretar. Alguna vez un espontáneo al verla tomar apuntes osó informarle, con – según ella - conocimientos baratos de caligrafía mezclados con esoterismo, que su escritura denotaba egoísmo. Una sonora carcajada fue su respuesta al sabiondo, lo que no impidió que en los meses siguientes se esforzara, sin éxito, en escribir en letras enormes, generosas, que finalmente terminaron reducidas a esa escritura minúscula y deshilachada.

Sería más personal si enviara la carta escrita de su puño y letra. Pero además de sus problemas de caligrafía, desea que reciba su mensaje de inmediato. Después de tantos meses, ya no quiere esperar más. -Es el día perfecto par hacerlo-, piensa, mientras sonríe.

El sol de la mañana, fuerte y cálido, comienza a apagarse rápidamente. En los últimos días, el sol se cuela temprano por las ventanas prometiendo un día cálido y vigoroso, de esos que la arrancan a ella de la cama con un listado ya definido de todo lo que quiere hacer para aprovecharlo, por ser lindo. Solo para destemplarse contundentemente, dando paso a un cielo gris con vientos fríos, que empañan su listado. Mientras recoge la planta que recién había sacado al balcón para que agarrara sol, recrea en su mente las muchas veces que ha tenido que explicar a los extranjeros, que en su ciudad no hay estaciones, que no, no es una ciudad tropical, y que el clima es, indefinible, en especial después de una promesa de sol, como la de esa mañana, que casi siempre resulta esquiva. Eso sin hablar de los tremendos aguaceros de dos horas, con temperaturas de diez grados, seguidos inmediatamente por tardes soleadas de veintitrés.

Para seguirle el mood al día, pone a calentar agua en la tetera, mientras busca algo que ponerse, preparándose para el bajón de temperatura. Encuentra una ruana, se la pone encima de la pijama, y se sienta una vez más frente a su laptop. -Es tiempo, no hay duda- se repite mentalmente.

El sonido de la tetera la trae nuevamente a la realidad y mientras se levanta para apagar el fuego y servirse un té, se recrimina el hecho de sentirse dispersa. No quiere darle más vueltas al asunto. Es una lástima que el clima haya cambiado, el poder de sol y su calor siempre le han sido muy útiles cuando necesita impulso. Pero hoy ya hace frío, ¿y si mejor se vuelve a meter en la cama? Finalmente la señora del cuarzo le dijo que fluyera. -Pase lo que pase- fueron sus palabras. ¿Fluye más volviendo a la cama? o ¿haciendo lo que estaba decidida a hacer? Respira hondo y con la taza caliente entre sus manos, se sienta mirando la pantalla de su laptop, dando pequeños sorbitos a su té.

Quizás el sol debería ser honesto de entrada, no asomarse así por la mañana. ¿Para qué tomarse el trabajo, más aún con esa fuerza, si en menos de una hora se va a esconder? Así por lo menos ella sabría a qué atenerse, se enfundaría en su ropa de casa más abrigada, no abriría de par en par las ventanas, permitiéndose, sin reproches ni sentimientos de culpa, divagar por la casa todo el día, y su listado de actividades soleadas no quedaría acumulado, con tantos otros. Es culpa del sol que ella se crea capaz de hacer cosas que en realidad no puede, o que nunca termina haciendo. Es culpa del sol y sus puntitos de luz que ella sintiera hoy que había llegado el momento, que estaba lista, que podía hacerlo.

Aun con la taza de té entre la manos, siente como se le nubla la mirada, mientras la esperanza que se permitió sentir se le escurre en lágrimas por la cara. Ahora le toca tragarse su entusiasmo.

Besa la pantalla, cierra el laptop y camina para meterse de nuevo en la cama, sin percatarse de que dejó abierta la ventana corrediza del balcón, por donde comienza a meterse el agua del torrencial aguacero que ahora se desprende del cielo.

Texto agregado el 19-12-2018, y leído por 126 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
20-12-2018 Me encantó tu redacción y el toque tan intimista y cercano de tu narración. Sentí estar escuchando las penas de una amiga... Muy bello. Un abrazo, sheisan
19-12-2018 Buen manejo del lenguaje. Ritmo lento, como a mí me gusta. Deberías escribir más a menudo. daiana
19-12-2018 Es un cuento que se regocija en una narrativa que es afín con la lentitud e indecisión de la protagonista. Sin que éllo afecte el 'calor' del texto. Te felicito. peco
19-12-2018 Muy buena narración,mantiene la atención del lector lo que no es poco decir elbulon
19-12-2018 Mis deseos de que la fuerza le brote de sus entrañas. Me gustó tu relato. Marcelo_Arrizabalaga
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