Estas en el trono del testimonio Señor, esgrimiendo bendiciones, como la flor profusa de belleza que, en la fuerza de los vientos enriquece el olfato de todo ser vivo.
Una luz brilla entre sombras que, intrépida se remonta en falanges inspiradas de versos maravillosos.
Una huella imborrable, un estro hermosamente encendido, que nos unió sin advertirlo. He aquí tu obra mas valiente, que sobre tierras hermanas y lejanas, su sangre derramo.
Hermano estas allí, convaleciente y no importa, cara al cielo.
¿Feliz? ¿es así como dices vivir? La lucha es un inmenso clamor que busca escapar de las fauces frívolas del ocaso irremediable, cuya sombra se cierne sobre la humanidad predestinada, que gime en hondas pasiones y palabras amargas ante la verdad no oculta, como un estremecimiento abanderado.
Observo contigo hermano el niño de la calle, sin nombre; mutilado por el silencio inicuo del malvado mientras en un horizonte enrarecido, impíos nos observan, ateridos, no se si de asombro o temor y comentan: “Miren, el sol se oculta, relumbra. Un rastro fuerte, que extraño. Y se preguntan ¿A dónde lleva? Si me lo preguntasen diría que solo hay una forma de averiguarlo.
Porque lo que en un tiempo fueron temores
Ahora son solo viejos anaqueles de la memoria
En los que decías: “fuente sellada soy”
Pero ahora piensas que algo extraordinario puede suceder, porque un susurro en tu oído te dice: “avanza pues, como un barrunto caminante que no conoce de egoísmos.
¡HO! Señor pon tu mano en mí,
Dibuja un bosque tan profundo
y voraz que mi goce sea eterno,
con tu boca crea un monte de
corazón erguido e implacable.
Clamemos a viva voz hermanos de todas las naciones,
hermanos de sal, arribad en excelsa presencia
porque ha vuelto el salvador.
Hecho rio,
vendaval de luz.
Para que no halle a la niña triste.
Ha retornado como un ruiseñor entre nubes
orando a ráfaga de viento: “solo paz, solo paz”
Ya su pueblo expectante y agitado lleva un sol
por manos y cantan los mares, profetizando
la conquista de nuevos días
adoradores de un solo Dios.
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