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Los Roger Fisher
(Breve extracto de una novela trágica cualquiera)

... Luis Fernando Roger Fischer yace tendido en su cama. Aún no puede entender como, de la noche a la mañana, ha pasado de ser el hijo consentido que todo lo tiene, que todo posee y que nada más puede añorar, a ser un simple mortal, durmiendo en un camastro común y corriente, sin edredones importados, ni sábanas de diseño ni almohada de finas plumas.

Es una basura la vida, piensa, mira que venir a sucedernos esta vaina. No puede ser que mis padres y tíos, no lo hayan visto venir. Que tragedia Dios mío.
En estos pensamientos derroteros de despecho material, sucumbe Luis Fernando en su depresión más intensa, como nunca antes la tuvo. En su cama de gente común se debate entre llorar de espaldas, de lado o simplemente dejarse morir de tristeza y soledad, en todo caso, sus lágrimas parecen agotadas. Ya no sale una más. Su cabeza por el contrario, late más y más fuerte con un dolor tan intenso, que ahora si está convencido que entre perderlo todo y quedar viviendo como un miserable zombi en un cuarto de pensión, o morir y salir de su amargo sufrimiento, prefiere lo segundo.

Que cosas, ni siquiera la voluntad para morir se hace presente, y una vez más la salida fatalista queda postergada al azar, a la suerte, a que aparezca un fantasma de esos a quien probablemente le deba una cuenta y se la cobre con su misma miserable vida.
Por el momento le basta con alcanzar el frasquito de las ultimas píldoras que le hacen volar, toma tres de estas y se entrega a lo que sea que le depare su alucinógeno viaje.

Pasan horas antes de despertar, quizá 12, no precisa cuantas, ni siquiera le importa. Desde que su padre Luis Ignacio junto al mayor de sus tíos Genaro Ernesto, le informaron aquella fatídica tarde en el Gran Salón Dorado de su exquisita mansión en Altos del Viento la noticia del infortunio familiar, ya nada importaba.

Busca una vez más sus píldoras salvadoras, las que suelen devolverlo a su mundo perfecto aunque sea de fantasía y le mantienen atado a la mentira, en el que sigue siendo el joven Luis Fernando, con sus sirvientes, sus autos lujosos, sus motos de alta cilindrada, sus yates, en fin; sus quimeras.

Un desgarro siente en lo más profundo de su ser. Las píldoras se han agotado y en el remedo de mesa de noche que tiene a su lado, junto a unas cuantas monedas de una denominación extranjera, solo visualiza algunas cucarachas muertas, un trozo de pizza enmohecido y una gaseosa de días a medio terminar.

Él sabe que no está bien, y más seguro que estará peor, cuando su cuerpo le exija a gritos punzantes en los tuétano, el psicotrópico necesario. Solo pensarlo le aterra, no tardará mucho en enfrentar los más fieros demonios del infierno de la abstinencia, y la temperatura lo calcinará hasta matarlo, o quizá lo fulmine antes los vómitos y espasmos musculares.

En un esfuerzo monumental Luis Fernando intenta incorporarse, logra ponerse en pie y trastabillando intenta ir al baño. Ignora cuanto tiempo pasó desde la última vez que lo hizo. Da tres pasos y voltea a mirar su lecho, no entiende que es todo aquel reguero de desperdicio a su alrededor y menos se da una idea de quien pudo verter toda esa agua pestilente en su cama.

Muy confundido sigue avanzando a la puerta, para dirigirse al baño que por norma de la pensión, debe compartir con el resto de los ocupantes del lugar, pero no logra pasar la puerta, está cerrada con llave, misma que yace extraviada entre el desorden reinante en su muladar.

Se deja caer a un lado de la sucia puerta de madera, el temblor y las náuseas lo invaden, y las malditas agujas del monstruo que lleva dentro comienzan a aparecer.

En los estertores de la abstinencia los más fieros bichos le roen cual sucias ratas gigantes, todos sus órganos, y en el pedacito cerebro que en algún lado no ha sido tocado por tales, hay un debate de imágenes y voces, de presente y pasado, de malas noticias. Un eco retumba y saetea su mente: ¡Estamos quebrados¡

*****
Hay mucha gente que cree merecer de la vida simplemente por respirar, a tales, las tragedias no le saldan como experiencias de vida, tan solo les resulta simples y llanas tragedias.

Atayo

Texto agregado el 15-12-2018, y leído por 131 visitantes. (8 votos)


Lectores Opinan
28-12-2018 Tremendo, bueno, delicioso. Muy ameno y real. munda
20-12-2018 muy buena historia,Atayo. de las tragedias se debe aprender... pdt:Gracias por la visita. cheseret
16-12-2018 triste, acostumbrarse a la riqueza yosoyasi
15-12-2018 Una historia que bién podia ser una pesadilla para semejante mantenido. Muy bueno juancarlosII
15-12-2018 Tremendo texto, donde la desidia, la ignorancia (por más estudios que en su momento gracias al dinero de papá tuviese) y la falta de voluntad propia, hacen de este ser humano que es tu personaje, una pestilente cucaracho. Muy bueno. Cariños. Magda gmmagdalena
15-12-2018 Triste. No poder aceptar los avatares de la vida, es una tragedia que muchos no logran superar. glori
 
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