Las mieles de la infancia

Desde su nacimiento, Máximo llamaba la atención de quienes iban a conocerle. La curiosidad que generalmente despierta un recién nacido, en su caso era mucho mayor, pues su físico, su piel arrugada y su pelo blancuzco, más que un bebé parecía un viejo.

Por su apariencia, prácticamente no tuvo infancia triste, aunque esta fue evolucionando ante la vista de todos. Pasaron las semanas y meses y llegó el día de su primer cumpleaños y Máximo, más grande, más fuerte, parecía perder características que le hacían parecer como un anciano: su piel estaba más firme y en su cabeza había menos canas.

Los próximos años fueron sepultando, definitivamente, su añeja apariencia pues desaparecieron de su cuerpo y de su temperamento los vestigios de su antigua ancianidad.

Al arribar a sus 50 años, los hermanos que le sobreviven le organizaron una hermosa fiesta de cumpleaños donde Máximo, sus sobrinos-nietos y algunos amiguitos del vecindario festejan tratando de romper la piñata llena de dulces, mientras él corretea como loco tras un camión de bomberos, su favorito entre todos los regalos recibidos.

¡Medio siglo después disfruta de las mieles de la infancia!

Alberto Vásquez.