No hay suficiente tiempo; no,
no lo hay en este mundo.
Gira las hojas que se precipitan
a su “fin” mientras danzan.

Cada una me enseña traslucidos
momentos, evocación de una partida.
Me abalanzo como un loco hallando
un punto donde converjan y
no un lugar común.

Luminosos brazos de horizonte
me halan hacia el fin de los vientos,
sobre una sombra que se difumina,
igual que mis anhelos que van
dejando un rastro acuoso
prueba fiel de mis afectos
imperecederos.

Ahora solo resta pedirte
que no te precipites como las hojas.

Cuando hallé un lugar
en el cual esperarte pueda,
te lo haré saber.