¡Te pido que me salves, imaginación!,
¡sálvame de la vida no vivida!,
de las noches en blanco,
de los días amontonados en un rincón de la habitación,
sé letal conmigo, ábreme el alma,
rompe y esparce la conciencia con frenesí desbordada.
Preserva al colchón de la orina tibia,
preserva mis pies del frío,
preserva el feto de la doctrina,
preserva la fantasía de mi sueño herido.
¡Sálvame tú, musa sublime!
porque los humanos no pudieron salvarme,
porque nunca tuve el amor que presumen los otros,
porque me tocó parir dolores en madrugadas incestuosas
que culminaron en deformados abortos.
Preserva el hambre de mis pupilas,
preserva la ramificación de mis venas suspendidas,
preserva el precipicio de mi boca rota por la vida.
Sálvame del cuervo
que se posa sobre mi corazón para comerlo,
¡devuélveme la libertad y el delirio!,
¡desconstrúyeme
y hazme reconocer el rostro escondido!
Preserva el abandono del sentimiento que guardo,
preserva mi estómago del estreñimiento,
preserva la mente del tormento ejercido por el intelecto,
preserva las miserias expulsadas
del paraìso que he perdido.
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