¿Dónde estoy? En mi departamento. Sí, pero eso es muy general. ¿Dónde estoy? En la recámara de mi departamento. Para ser más preciso estoy acostado en mi cama. Estoy en el borde entre lo real y lo imaginario. Entre la razón y la sinrazón. A punto de quedarme dormido. En ese instante en que todos nos volvemos poetas, héroes o villanos. Cuando más nos sentimos parte de un todo. El uno con el todo. El todo sin mí no es nada. Aquí recorremos nuestras aventuras del día, nuestras tragedias, desdichas y felicidades. El hoy, el ayer y el mañana se conjugan para crear esa maravillosa novela en la que ninguna estrella de cine podría interpretar nuestro papel.
Pensamientos absurdos. Delirantes y a la vez sugestivos. No importa cuan eróticos, malvados o infantiles sean nuestros pensamientos en este abismo nocturno. Al amanecer los habremos olvidado. Y es que es un continuo. Cuántas ideas no se nos ocurren de noche. Si nos levantáramos y despertásemos de ese aletargamiento de locura racional tal vez podríamos tomar nota de aquellos pensamientos antes de que se fugasen. Sería o servirían para crear una novela.
Imposible. Al levantarte y prender la luz, cualquier luz, tus sentidos vuelven. Tu memoria falla, tu mirada no se da abasto a pesar de que conoce cada objeto que te rodea. Es una estrategia. Tu vista, tu oído e incluso el tacto y el olfato te distraen mientras los pensamientos absurdos pero sugestivos regresan a las profundidades de su existencia.
Sin embargo existe una posibilidad y sólo una de que esos pensamientos duren un poco más. Tal vez, y sólo tal vez, si logramos concentrarnos en uno solo, sin que otra idea interrumpa la concentración y sin que divaguemos mucho antes de quedarnos dormidos. Así podremos disfrutar de esa idea, de ese pensamiento y saborear el papel que actuemos. No importa cuan grande o pequeño sea nuestro alucine. El tiempo que dura nuestra locura racional no se rige con el tiempo del día. Ese tiempo tiene vida propia. Estando adormecidos, divagando en pensamientos no estamos seguros de cuanto tiempo ha pasado desde que nos acostamos dispuestos a dormir. Un segundo, un minuto o dos horas parecen durar lo mismo.
Qué más da que no sepamos nada de lo que ocurre a nuestro alrededor. ¿No vale la pena desconectarse del mundo real por el placer de soñar? No estoy triste ni deprimido, tampoco estoy colmado de dichas y felicidades. Pero es que a veces el mundo pareciera ser el abismo que raya entre lo racional e irracional. Es como si alguien, un dios o un ser supremo estuviese aletargado. Uno de sus pensamientos sería ser el dueño de todo lo imaginado, ser un creador, dador y destructor.
Y es ahí donde ocurren guerras, milagros, personajes famosos por su bondad y otros más caracterizados por su despotismo. Ahora que estoy a punto de quedar dormido me parece que hay un bien y un mal luchando por salir a flote. Por manifestarse utilizando nuestro cuerpo y nuestra mente como extensión de sus maquiavélicos pensamientos o de sus misericordiosos adagios. Es necesario pues, que todos luchemos para despertar a ese ser mágico o real que está soñando nuestro mundo. Pero esto sólo puede hacerse de noche, cuando estamos atrapados entre los muros del día y de la noche. De lo que es verdad y de lo que parece ser verdad. Si en ese abismo nos concentráramos todos en la idea de despertar al monstruo de lo que nos pasa, si juntos logramos unir pensamientos, ideas, utopías en una misma estructura capaz de decir: .
Pero hay un inconveniente. Si logramos llamar la atención de ese ser, si hacemos que se alerte, lo más seguro es que llegue a prender la luz, cualquier luz, sus sentidos volverán, su memoria fallará, su mirada no se dará abasto a pesar de que conoce cada objeto que le rodea. Su vista, su oído, e incluso el tacto y el olfato lo distraerán mientras los pensamientos absurdos pero sugestivos regresan a las profundidades de su existencia.
No tendremos otra opción más que perecer. Habremos sido un pensamiento que nos pareció durar millones de años, aunque para nuestro creador solo fuimos una instantánea en su mente. Antes de quedarme dormido, o de despertar por completo quiero soñar qué otros pensamientos habrá tenido ese ser.
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