Lo último que recordaban las personas que aún se mantenían con vida, y que desesperadas huían de la imprevista catástrofe; era la visión de la hermosa doncella dirigiéndose al cráter del volcán.
El iracundo dios Vejeth, quién protegía la isla de las salvajes tribus invasoras del norte, requería al menos de una vez al año, el sacrificio de alguna virginal damisela para evitar que sus coléricos instintos de destrucción se volviesen en contra de los habitantes de la majestuosa ciudad de Glorietta, una próspera metrópolis ubicada en las inmediaciones del humeante cráter.
Alexandro De Lobino el último sumo sacerdote del santo sepulcro del volcán, y descendiente directo de la gran sacerdotisa Puchunga De Lobos, condujo personalmente a Mariana del Carmastro, primogénita del rey de la provincia de Chinchaco, al interior de la ardiente montaña, donde se ubicaba la cámara ceremonial.
Como dictaba el ancestral rito de iniciación y ayudado por sus acólitos, el clérigo procedió a desnudar completamente a la dócil muchacha, y tras entonar antiguas alabanzas de agradecimientos, posó en el cuello de la virginal victima, una preciosa guirnalda trenzada con dulcénias; aquellas exclusivas y tiernas flores obtenidas en los parajes cercanos al valle del placer. De los hermosos y fragantes pétalos de estas místicas flores se desprendía una dulce y narcótica fragancia cuando estas eran incineradas completamente.
Todo el rito rememoraba los sacrificios y liturgias de antaño, evocando tiempos pasados e inmemoriales. La ceremonia contrajo los recuerdos de la poderosa pitonisa y vidente Puchunga De Lobos, quién habría encabezado las inmolaciones de los juegos de invierno, sucesos ocurridos el mismo año cuando las hienas lanudas bajaran en manada desde las montañas susurrantes, llevándose de la ciudad a todos los recién nacidos.
Finalmente terminada la liturgia, Alexandro empujó con suma suavidad a la doncella hacia las hirvientes y feroces fauces del dios Vejeth mientras en trance hipnótico vociferaba mantras de poderes ocultos.
¡Pero nada funcionó como se esperaba! de hecho aconteció todo lo contrario; las rocas volcánicas bramaron desesperadas saltando de un lado para otro, y desmoronándose con furia desde la montaña cayeron sin previo aviso sobre la inocente ciudad. El volcán rugía furioso, expeliendo putrefacto azufre, fuego endemoniado y humo tóxico, en poco tiempo sobrevino un terremoto de grandes dimensiones destruyendo lo que aún no era quemado o envenenado por el aire ponzoñoso.
Con un desenfrenado clamor similar a las trompetas de los jinetes del apocalipsis, la incontrolable avalancha carmesí de piedra fundida bajó rápida y desordenadamente sobre lo que aún quedaba de píe, carbonizando en el acto todo lo que contenía vida. La destrucción fue total, y el lugar quedó sumergido en una oscura calamidad que duró un siglo.
Lo que el sacerdote del dios Vejeth nunca llegaría a saber, fue que el maligno hechicero reptiliano Advisho Oscorus había utilizado todos los conocidos conjuros aprendidos durante su encierro en las celdas de la locura para embaucar a Mariana del Camastro, beneficiándose del virginal cuerpo de la primogénita del rey.
De esta no consentida cópula, nacieron dos bellas gemelas, que actualmente el mago mantiene cautivas bajo un poderoso hechizo de falsas promesas. Nadie sabe con certeza cuales serán los designios que las hilanderas del destino tienen preparadas para ambas niñas, pero muchas veces es mejor no saber ciertas cosas.
Por ahora solo nos resta ser mudos testigos de la ira del dios Vejeth y la completa destrucción de lo que alguna vez fuera la grandiosa y próspera ciudad de Glorietta.
|