No quiero más amores disfrazados de amistad
en llantos de acompañamiento hacia la sepultura.
Sollozo febrilmente enamorado de la desventura,
en sentencias de muerte acurrucadas por bondad.


No quiero tener que sepultar la satisfacción,
para llorar asolado por cada trozo enterrado.
Que de a poco me vaya dejando aferrado
a vagos recuerdos desbordados de emoción.


No quiero ser una vez más destrozado.
Quedar insensible cerebral en la apatía,
silbando metálicamente una melodía,
que oculte el desdichado llanto ahogado.


No mutiles la satisfacción desvergonzada.
No te atrevas a privarme del suculento sustento.
Déjame apagar voluntariamente el pensamiento
para desplomarme en esta danza idiotizada.


Quiero otra vez, dejarme caer en la tibieza
de la suave piel. Montar tu cuerpo agitado
para sacudirme hasta quedar agotado,
en la intimidad de una cómplice pieza.


Desprenderme inesperadamente de la atracción,
más allá del tiempo en destellos de eternidad,
más allá del sonido en acompañada soledad,
y sumergirme sonriente en la profunda reparación.


Sumergirse en las profundidades del silencio,
para ser arrastrado por la sensación suicida,
de insignificante y gozosa muerte cedida
a los frágiles jirones que sostienen la vida.